En la ciudad de Managua, en el barrio de El
Calvario, hay un inmenso mercado: el famoso Mercado Oriental, el más grande de
Centroamérica. En dicho mercado la actividad comercial es verdaderamente
intensa, de sol a sol, tiene un horario particular. Es un mercado muy popular,
en él se puede encontrar cualquier cosa. La gente dice: “en el Mercado Oriental
lo encontrás”, y también dice: “hay que regatear”. Y por todo el mercado,
debido a las altas temperaturas de Managua, se escucha la frase de ofrecimiento
tan popular y tan cómica: “va el agua helada, el agua helada va”.
En el Mercado Oriental se vende desde una
fruta, verdura, ropa, calzado, electrodomésticos, muebles, hasta llegar a
piezas de carros. Hay de todo.
En ese mercado, donde se vende y se compra,
donde no hay silencio, donde se oyen voces, gritos, sendas palabras, el ruido
de los carros, la música en alto volumen, las tiendas, los puestos colocados
unos con permiso y otros no de la Alcaldía Municipal, el hedor que se siente
por todo el mercado, allí se encuentra la parroquia El Calvario, en ese
vericueto.
La parroquia la conforman otros barrios: Los
Ángeles, Quinta Nina, La Aduana, Santos Espinales, Chico Pelón, 21 de Febrero y
La Mecatera. El P. Milton Tobías, siendo párroco de esa iglesia, nos ofreció
algunas referencias sobre la historia de la parroquia y sus devociones.
En el templo parroquial de El Calvario hay dos imágenes de Jesús muy queridas por sus parroquianos: la de Jesús Nazareno, imagen colocada en una hermosa urna que lleva una antiquísima corona y resplandor hechas de plata, que según lo que nos compartió el padre Milton Tobías, datan de 1929, la primera, y el segundo 1928. La otra imagen es la Sangre de Cristo, se encuentra en una capilla lateral del templo, construida entre 1999 y 2000, siendo párroco, el P. Rafael O´Farril Bermúdez, con la ayuda de los feligreses y de manera especial del señor José Alfredo Vargas. Es la imagen más visitada y tiene más de cien años, según lo refirió, hace varios años, en una conferencia Mons. Oswaldo Mondragón (Q.d.D.g.).
La imagen representa a Jesús muerto, con los
ojos completamente cerrados, un Cristo muerto para resucitar. Es la imagen de
Jesús que ha muerto entregando su vida por nosotros y duerme en los brazos de
su Padre en forma de cruz.
Duerme descansando en la cruz, para
despertar, resucitar y conducirnos a todos a la Casa del Padre. Ha cerrado sus
ojos, ojos de amor, de ternura, de misericordia, de paz. Ojos que miraron al
pecador con misericordia, ojos que miraron al mundo con un solo sentimiento: el
amor.
“Era ya cerca de la hora sexta cuando se
oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. El
velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo:
“Padre, en tus manos pongo mi espíritu”. Y, dicho esto, expiró”. (Lc 23,
44-46).
Al morir nuestro Señor en la Cruz, en lo
alto del monte Calvario, donde aparece congregada simbólicamente la Iglesia,
Jesús entrega el Espíritu, que es fuente de toda vida, y que lleva a la verdad completa.
Cristo muere en la cruz, ese es su trono, un trono de amor y bendición.
En la cruz de Cristo, están clavados en Él, el dolor de todos los hombres y mujeres, el sufrimiento del género humano: la soledad, el fracaso, el dolor sin sentido, la injusticia, la discriminación, la enfermedad, el abandono, la incomprensión, la pobreza, la violencia, abuso de todo tipo, la explotación, la marginación de clases sociales, el empobrecimiento de nuestros países latinoamericanos, el dolor de los matrimonios destruidos, el dolor de una madre con sus hijos metidos en la droga. Todo el dolor y el sufrimiento de la humanidad, están clavados en la cruz de Cristo y en el cuerpo de Cristo, en Él todo es redimido, porque en Jesucristo hay abundante redención.