jueves, 2 de marzo de 2023

Sor Juana Inés: la niña de Nepantla, la eterna musa del Virreinato de la Nueva España y la peor del mundo

                                                                                     


Amable y paciente lector:

A finales del mes de enero del nuevo año 2023, abandoné el Seminario San Clemente, donde serví dos años como superior y prefecto. A la espera de mi nuevo destino, me trasladé temporalmente a la comunidad redentorista de la Agonía, en Alajuela. Estando en esa ciudad, conocida con el circunloquio de “ciudad de los mangos”, en este segundo mes del año y el más corto del calendario, que según reza un poema infantil: “Soy un mes muy pizpireto, salto y brinco sin parar: con mi nariz de payaso, yo te anuncio el carnaval”; se han producido una serie de sismos, alcanzando la magnitud de cinco grados en la escala de Richter uno de ellos, cuyo epicentro fue en Vara Blanca, cerca de los volcanes Poás y Barva.

En estos días, la temperatura ha bajado considerablemente con vientos fuertes, muy fuertes. Se agitan las ramas grandes de los árboles, otros han caído, causando la muerte a una persona; se escucha el silbido del viento que con fuerza huracanada levanta las hojas de zinc de algunas viviendas; y se escuchan los tres sonidos de sirena de los bomberos al pasar. Las horas pasan y sigo a la espera de mi visa de trabajo R-1 para poder viajar a Puerto Rico, mi nuevo destino, pues como reza el refranero castellano: “las cosas de palacio van despacio”. En ese pasar de las horas, a veces tedioso por la espera, colaboro con la comunidad en el quehacer sacramental, y para aprovechar más el transcurso del tiempo, me dedico a leer y a escribir como pasatiempo. Me propuse buscar en la biblioteca de la comunidad, en su sosegado silencio, lugar deshabitado, oscuro y frío, un buen libro para ver las secuencias de los acontecimientos, y encontré uno que capturó mi atención: Sor Juana Inés de la Cruz-Obras Completas, de la histórica Editorial Porrúa, de la que he leído varios libros. Trashojé dicha obra, y como resultado de esa simple lectura escribí a modo de artículo sobre la ilustre niña de Nepantla, a quien comencé a leer en los años de 1990, con su sátira filosófica, que dice así:

“Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión,

de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si la incitáis al mal?”

He aquí mi escrito, el cual dejo a su consideración, amable y paciente lector:

Sor Juana Inés: la niña de Nepantla, la eterna musa del Virreinato de la Nueva España y la peor del mundo

 

Por Bosco J. Rodríguez A., C.Ss.R.

La autora más importante novohispana, sin duda alguna, es sor Juana Inés de la Cruz, máxima exponente del Siglo de Oro de la literatura en español en el Virreinato de la Nueva España, invocada por insignes literatos de su época y de todos los tiempos, como la "Décima musa", "Fénix de los Ingenios" o "Sibila Americana", y Octavio Paz la invoca como “la última poetisa barroca”, considerada figura central y luminaria en la América española, que solo se puede comparar con el “príncipe de las letras castellanas”, Rubén Darío, hasta el siglo XIX. El virreinato de la Nueva España comprendía los territorios de México, América Central, las Antillas, el centro y sur de los actuales Estados Unidos de América y la República de Filipinas.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana es conocida en el firmamento de las letras castellanas como sor Juana Inés de la Cruz. La hija predilecta de Nepantla e hija natural de Isabel Ramírez de Santillana y Pedro Manuel de Asbaje vio por primera vez la luz de este mundo, en el año 1648, en San Miguel de Nepantla, municipio de Tepetlixpa, en las estribaciones del volcán Popocatépetl. Hasta hace más de medio siglo, se aceptaba como año de su nacimiento 1651, según el testimonio de su primer biógrafo, el presbítero Diego Calleja. A partir de 1952, con el descubrimiento de un acta de bautismo de sor Juana Inés, la crítica sorjuanista acepta como fecha de su nacimiento el jueves 12 de noviembre de 1648. Fue bautizada el 2 de diciembre como Inés, hija de la Iglesia, por ser hija natural.

La obra literaria de Juana Inés de Asbaje es abundante. Un sinfín de obras de su puño y letra llenaron el siglo XVII de la Nueva España. En el inmenso firmamento de las letras castellanas se destacó como escritora, poeta y pensadora. Los entendidos en la obra literaria de sor Juana Inés, los sorjuanistas, consideran las siguientes obras como las más importantes entre todas las demás, que también son importantes: «Los empeños de una casa», obra teatral apreciada como una de las mejores de toda la literatura hispanoamericana. Lo que más llama la atención es que una mujer la protagoniza, hecho inusual para su tiempo. En el pensamiento de sor Juana no existe la mujer sumisa. Ese personaje, dicen, la representa a ella; entre las obras poéticas sobresale «Primer sueño», obra que no escribió por encargo, sino por amor propio a la escritura. En esta obra, que se extiende en más de 900 versos, la autora escribe sobre la necesidad que tiene el ser humano de crecer en lo intelectual y alcanzar gran conocimiento de las cosas; en «Carta atenagórica», sor Juana se atreve a abordar temas teológicos, demostrando su alto conocimiento en la ciencia que trata de Dios y del conocimiento que el ser humano tiene sobre su Creador; de los Autos Sacramentales, donde se utiliza la alegoría y el ensalzamiento de personajes bíblicos y del santoral, resaltan «El mártir del sacramento», «El cetro de José» y «El divino Narciso». Finalmente, se destaca su «Respuesta a sor Filotea de la Cruz», escrita en marzo de 1691, contestando a la censura que hiciera el español Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, obispo de Guadalajara y de Puebla, quien se escudó bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz. Sor Juana y monseñor Fernández intercambiaron epístolas entre 1690 y 1691. Según Octavio Paz, hay tres arquetipos en la obra literaria de sor Juana Inés: Isis, diosa del Antiguo Egipto; santa Catalina de Alejandría, mártir cristiana del siglo IV; y Faetón, de la mitología griega.

De la misma manera que se aprecia y valora la ubérrima obra de sor Juana Inés de la Cruz, de manera semejante se hace con las obras de otras ilustres escritoras novohispanas como, por ejemplo, Catalina la Eslava, considerada la primera poetisa de la Nueva España. En la obra Coloquios espirituales y sacramentales aparece un soneto de esta poetisa; otra reconocida escritora es sor María Magdalena de Lorravaquio Muñoz, considerada una mística, comparada con la inmensa santa Teresa de Jesús, y los estudiosos afirman que fue precursora de sor Juana Inés de la Cruz; en este orden de las escritoras ilustres de la Nueva España está también sor Mariana de la Encarnación, cofundadora del primer convento carmelita de México.

Cabe decir que todo escritor tiene a un determinado autor que ejerce sobre él o ella cierta guía en el arte de escribir, pues la literatura es como un bello tapiz, tejido con hilos preciosos de oro y plata para ser contemplado; estos en la antigüedad narraban eventos históricos de gran trascendencia o eventos religiosos e influían en el pensamiento de quien los contemplaba y viceversa. Un ejemplo de esto fue el escritor, poeta, ensayista y traductor argentino Jorge Luis Borges, en él influyó el escritor británico del Romanticismo Thomas de Quincey. De igual modo ocurrió con sor Juana Inés, en su pensamiento literario influyeron autores como el poeta y militar Garcilaso de la Vega; el poeta y dramaturgo Luis de Góngora y Argote; el poeta romano Publio Virgilio Marón; el poeta lírico Quinto Horacio Flaco; y el narrador de relatos mitológicos Publio Ovidio Nasón. Estos y otros autores influyen sobre sor Juana de manera muy sensible con un efecto muy positivo en el arte de escribir.

¿Sobre qué escribió sor Juana Inés de la Cruz? Ella escribió obras de carácter religioso como también profanas. Su estilo literario era de una estética barroca. Ella, adelantada a su tiempo, escribió poesías sobre el amor y desamor. Sus obras siguen siendo muy leídas y publicadas hasta hoy, en una palabra, la obra de la hija predilecta de Nepantla sigue vigente, obras que recoge la librería y editorial Porrúa, la cual es una de las más antiguas de los Estados Unidos Mexicanos, fundada en 1900 y que en 1944 se convirtió propiamente en una editorial. La proyección cultural de esta editorial en esa gran nación del norte de América es de gran incidencia nacional e internacional. En su largo itinerario de grandes publicaciones, esta editorial cuenta con gran valor tipográfico e histórico. Una de sus publicaciones más famosas es la «Colección de Escritores Mexicanos», cuyas publicaciones aparecieron entre los años de 1940 y 1990. En 1992, esta editorial publicó las Obras Completas de sor Juana Inés de la Cruz, con prólogo del catedrático y académico mexicano, don Francisco Monterde García Icazbalceta. La obra está distribuida en cuatro partes. La primera parte comprende el género literario de la lírica: romances filosóficos y amorosos, a don fray Payo Enríquez de Ribera, a los marqueses de la Laguna, romances epistolares, a la condesa de Galve, romances sacros, romances decasílabos y sacros, romancillos, endechas, seguidillas, sátiras, redondillas, homenajes, quintanillas, glosas, liras, ovillejos y silvas; la segunda comprende villancicos dedicados a los dogmas marianos de la Inmaculada Concepción y a su Asunción gloriosa, al apóstol san Pedro, a san Pedro Nolasco, de Navidad, a san José, el esposo virginal de María, a santa Catarina y a la profesión de una religiosa; en la tercera parte se presentan autos sacramentales y loas; y en la cuarta parte se presentan comedias, sainetes y prosas.

Sor Juana Inés tenía como costumbre muy arraigada el buen hábito de la lectura fue una lectora empedernida con todas las letras. Se dice que llegó a acumular en su biblioteca personal más de 4000 volúmenes, así como mapas e instrumentos musicales, los cuales vendió y entregó el dinero para los pobres, al arzobispo de la Nueva España, Francisco de Aguiar y Seijas y Ulloa, con quien sostuvo serios conflictos. Fue una erudita, aprendió a leer a los tres años y fue desde su niñez una verdadera autodidacta, ejemplo vehemente de amor por los libros. Del padre Martín de Oliva recibió las primeras lecciones de latín, que aprendió en solo 20 lecciones, pues gustaba de la musicalidad de los versos latinos. Aprendió también el náhuatl. Era tanta su sed de aprender que su método de estudio para aprender más y más consistía en cortarse el cabello a cierta altura del hombro y cuando le crecía llegando a la altura anterior, se proponía aprender más cosas. Disfrutaba permanecer en la Hacienda Panoaya, propiedad de su abuelo, don Pedro Ramírez de Santillana, donde pasó su infancia y tuvo su primera formación intelectual. Su abuelo tenía una pequeña biblioteca allí, y la niña Juana Inés de Asbaje devoraba los libros leyendo y releyendo. La Hacienda Panoaya es ahora un santuario lleno de información histórica sobre la niña de Nepantla: Museo "Sor Juana Inés de la Cruz". A los ocho años, la prodigiosa niña escribió su primer texto, con el cual ganó un concurso poético, cuyo premio era un libro. Según los estudiosos de la obra de sor Juana, se trataba de una loa de 330 versos octosílabos, dedicada a la solemne fiesta del Corpus Christi, la cual se dice que está perdida, y que según se afirma estaba escrita en náhuatl, lengua utoazteca que se habla principalmente en México y América Central. La curiosidad en Juana Inés con el paso del tiempo se convirtió en pasión intelectual, inmensa pasión intelectual.

En la edad de la adolescencia, sor Juana encuentra un lugar para crecer en sabiduría y dominio de las ciencias: la Corte del Virreinato del virrey Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar y la virreina Leonor María de Carreto. Ingresa en ella, entre 1663 y 1665. Es allí en el ambiente palatino donde aprende las letras cortesanas y se relaciona con prominentes letrados, intelectuales de la época, entre ellos el jesuita, cosmógrafo y profesor de matemáticas, Carlos de Sigüenza y Góngora. Era tanta la admiración por la aguda inteligencia de sor Juana, que el mencionado virrey invitó a su corte a 40 reconocidos teólogos, juristas y matemáticos, ante los cuales se sentó sor Juana Inés, para ser examinada en sus conocimientos en cuestiones filosóficas y teológicas, a las cuales ella respondió con acierto. Dicen que aquella escena parecía “un galeón abriéndose paso entre unas pocas canoas”. Enfrentó con elegancia sibilina la misoginia de su época, convirtiéndose así, por deseo expreso de la virreina, en tutora de su hija, María.

Después de un tiempo, en 1667, Juana Inés ingresó en el Convento de San José de las Carmelitas Descalzas, en el cual permaneció únicamente cuatro meses, en los que sufrió muchas incomprensiones y humillaciones. Tras dejar el convento de las carmelitas descalzas, entró en el Convento de la Orden de San Jerónimo (fundado en 1585), donde viviría 27 años, y en 1669, profesó los consejos evangélicos bajo el nombre de sor Juana Inés de la Cruz. En el convento desempeñó varias funciones: cocinera, contadora, archivista, enfermera, y también se dedicó al estudio, profundizando en el conocimiento de las ciencias. Fue propuesta para ser superiora de la comunidad religiosa, opción que rechazó con severidad. En su vida conventual, sor Juana cultivó amistades de mucho prestigio y poder: los virreyes marqueses de Mancera, fray Payo Enríquez de Rivera (virrey y arzobispo de México), y con los marqueses de la Laguna y condes de Paredes, Tomás Antonio de la Cerda y María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga. Sor Juana se decantó más por el conocimiento que por la vida matrimonial. Ella no ingresó a la vida religiosa por vocación, sino para escapar del matrimonio. Según los estudiosos de su obra, los sorjuanistas, esto se deduce de los escritos dirigidos a su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, y de su famosa y aún comentada «Respuesta a sor Filotea», es decir, al obispo Manuel Fernández de Santa Cruz, su seudónimo.

Su fama como escritora insigne creció en la Nueva España, y estando en la cresta de la ola de su fama como escritora consagrada, en 1680 se le encomendó escribir para el virrey Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes y marqués de la Laguna, una obra titulada «Neptuno alegórico», en la cual comparó al virrey con el dios Neptuno. El Neptuno alegórico versó sobre el diseño del arco triunfal para recibir al nuevo virrey. En la corte, la joven Juana fue tomando gran notoriedad, su fama de áurea iba creciendo hasta alcanzar un lugar privilegiado en la Corte del Virreinato. Para el gran poeta de todos los tiempos, el mexicano Octavio Paz, el «Neptuno alegórico» es “un perfecto ejemplo de la admirable y execrable prosa barroca, prosopopéyica, cruzada de ecos, laberintos, emblemas, paradojas, agudezas, antítesis, coruscante de citas latinas y nombres griegos y egipcios, que, en frases interminables y sinuosas, lenta pero no agobiada con sus arreos, avanza por la página con cierta majestad elefantina”.

Octavio Paz, Premio Cervantes 1981 y Premio Nobel de Literatura 1990, influenciado por sor Juana Inés de la Cruz, delineó la vasta figura de la poetisa con esta locución: “En sor Juana no hay mística ni unión con Dios, y si hay contemplación, no es de Dios, sino del Universo. Lo que hay, sobre todo, es conocimiento". Al presentar su libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, en la Universidad Autónoma de Madrid, el poeta mexicano dio una conferencia, en la que afirmó sobre sor Juana lo siguiente: “Sor Juana Inés de la Cruz se hizo monja para poder pensar”. Paz también solía decir que Juan Inés reunió: "la excelencia, la abundancia y la diversidad". El ensayo Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, es un estudio histórico-sociológico, literario y biográfico. En su escrito, secciona en tres partes la vida de esta insigne poeta: la entrada de sor Juana en la Orden de San Jerónimo abandonando su posición en la corte virreinal; la relación de sor Juana con María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga de Lara, virreina de Nueva España, sobre si fue una relación amorosa o amistosa; y la renuncia de sor Juana a la literatura en 1694.

Sor Juana Inés renunció a la literatura en 1694, un año antes de su muerte, producida por la “peste”, conocida como tabardillo o tifus, la cual traspasó los muros del Convento de San Jerónimo. Sor Juana cuidó con esmero a sus hermanas enfermas, contagiándose ella, muriendo el domingo 17 de abril de 1695, a las cuatro de la mañana, en el tercer domingo de Pascua. Tenía 46 años. Murió penitente, sirviendo y arrepentida.

            Sor Juana Inés de la Cruz escribió en el libro de profesiones del convento, al abandonar su ejercicio de escritora: “Yo, la peor del mundo, Juana Inés de la Cruz”, que rubricó con su propia sangre.