El 27 de septiembre del 2008,
aniversario del natalicio de san Alfonso María de Ligorio, fundador de mi
Congregación, en la catedral metropolitana de Managua, presenté mi tercer libro
Santos Cristos de Managua, dedicado a nuestro cardenal arzobispo de Managua, Leopoldo
José Brenes Solórzano.
En mi libro, hago breves reflexiones de carácter
histórico-religioso, de las veneradas imágenes que se encuentran en cinco
parroquias de nuestra capital: “Sangre de Cristo” (Santa Iglesia Catedral), “El
Señor de los Milagros” (Parroquia del mismo nombre), “Santo Cristo del Rosario”
(Parroquia que lleva su mismo nombre), “Sangre de Cristo” (Parroquia El
Calvario) y “Jesús de La Suspensión” (Parroquia del Santísimo Redentor,
regentada por los misioneros redentoristas). En el apéndice del mismo, presento
en seis páginas y media con tres fotografías, a la más antigua de Cristo
Crucificado de Centroamérica: El Cristo Negro, Nuestro Señor de Esquipulas,
Guatemala, obra magnífica del escultor Quirio Cataño, de origen portugués. El 6 de febrero de 1996, san Juan Pablo II,
visitó la célebre ciudad de Esquipulas para conmemorar los 400 años de haber
sido esculpida la imagen del Señor de Esquipulas en tierras centroamericanas.
En nuestra amada Nicaragua, tienen su altar varias imágenes de
cristos crucificado, los hay cristos blancos y cristos negros. De estos, los más venerados y de gran valor
religioso, cultural e histórico son: el “Cristo de Pedrarias” (León); “Cristo
Negro o El Señor de los Milagros” (El Sauce); “Cristo Negro de Esquipulas de La
Conquista” (Carazo); “El Cristo Negro de (Masatepe) y el “Milagroso Cristo de Esquipulas”
(Tipitapa).
Pero antes que todas estas advocaciones a Cristo crucificado
originadas en el de Esquipulas de Guatemala, la devoción a Cristo crucificado
nos viene de España, de la ´´madre patria´´ a Guatemala, y de Guatemala a
Nicaragua.
Según los historiadores, la imagen más antigua y primera de Jesús
Crucificado que llegó a nuestro país, es la de “Cristo de Pedrarias”, como se
le ha llamado a través de los siglos. Se
dice que esta hermosa imagen, y así lo afirma el Lic. Iván de Jesús Pereira en
su hermosísimo escrito “El Cristo de mi Pueblo”, fue obsequiada al Gobernador
Pedro Arias Dávila (o Pedro Arias de Dávila) mejor conocido como Pedrarias, por
su tío el Obispo de Segovia, Don Juan de Arias Dávila. Esta imagen probablemente llegó en la Gran Armada de 1514, compuesta por
veintidós barcos y respaldada por S.M. el Rey Don Fernando el Católico. Sergio Ramírez Mercado afirma que el primer
Gobernador de Nicaragua la trajo consigo en 1528. A esta imagen también se le conoce como el
“Cristo del Gobernador”. Acompañó al
Gobernador Pedrarias a los lugares que este visitaba: de Nicaragua a Panamá, de
Panamá a Nicaragua. Y le acompañó en el
final de sus días, porque la bendita imagen presidió el funeral del señor
Gobernador. El “Cristo de Pedrarias” se
encuentra actualmente en la nave derecha (Altar de los Ángeles) de la imponente
Basílica Catedral de la Asunción en la ciudad de León, Nicaragua.
Atendiendo una sugerencia a mi persona, de escribir sobre el
“Milagroso Cristo de Esquipulas de Tipitapa”, escribo unas cuantas líneas sobre
la historia y devoción de este Santo Cristo Negro a quien llamo “El Señor de Tipitapa”.
Tipitapa recibió el estatus de ciudad el 10 de noviembre de 1961
mediante un Decreto de la Asamblea Nacional.
Es de origen indígena, sus raíces están en el grupo étnico de los
Chorotegas. Su nombre, según las
toponimias de Nicaragua, significa “lugar de los petates de piedra”. Según los historiadores, Tipitapa ya existía
cuando llegaron los conquistadores españoles, los cuales se maravillaron del
lugar. Repasando a algunos historiadores
de renombre podríamos recapitular las siguientes notas sobre el municipio de
Tipitapa:
Los primeros pobladores indígenas de Managua, de la orilla del
lago de Xolotlán, formaban parte de las tribus “nahuas” o “nahoas”, las cuales
llegaron por diferentes “oleadas” al territorio de Centroamérica procedentes
del altiplano mexicano; hace más de mil años, dicen algunos, y otros afirman
que hace cuatro mil. Una de esas
“oleadas” de indígenas llamada los Chorotega, se produjo en el año 596. Y por las crónicas de los colonizadores
españoles, una de las últimas “oleadas” se produjo en el año de 1505.
A la llegada de los españoles a Managua en junio de 1524,
dirigidos por Francisco Hernández de Córdoba, se encontraron con una numerosa
población indígena en toda la costa frente a Managua hasta la Bocana de
Tipitapa. La Villa de Tipitapa estaba
gobernada por el cacique de su nombre: el Cacique de Tipitapa. Historiadores y estudiosos célebres de
nuestra Nicaragua, como don Heliodoro Cuadra, afirman en sus escritos que la
residencia del gran Cacique Tipitapa se encontraba en la margen derecha del
curso del río. Afirman que Managua le
pertenecía por derecho de conquista, pero ese derecho fue irrespetado por el
Cacique Xolotlán.
Tipitapa es heroica porque en su jurisdicción se encuentra la
histórica “Hacienda San Jacinto”, lugar donde se libró la batalla en la memorable
fecha del 14 de septiembre de 1856, entre 120 soldados comandados por el
entonces Coronel José Dolores Estrada contra más de 300 filibusteros. Pero Tipitpa es la casa de una de las
imágenes de Jesús Crucificado más
antigua de Nicaragua; el Santo Cristo Negro de Esquipulas. Esta preciosa imagen es venerada en la
parroquia San José de Tipitapa, la cual se desmembró de la antigua parroquia de
Candelaria de Managua. El templo es de
estilo colonial. Las fiestas litúrgicas
más importantes que se celebran son a San José, Nuestra Señora del Santo
Rosario, Sagrado Corazón de Jesús; como también los tiempos litúrgicos fuertes;
Adviento, Navidad, Semana Santa. Pero la
fiesta que celebra todo el pueblo fiel de Tipitapa es honor al Santo Cristo
Negro su Patrono, del 6 al 30 de enero de cada año.
Haciendo un poco de historia, Tipitapa, según el testimonio
escrito de varios de nuestros investigadores, se entrega en “encomienda” entre
1753 a 1755, al Comendador español don Juan Bautista Almendárez casado con doña
Josefina Sierra de Alméndarez. A don
Juan Bautista se le ha considerado “fundador” de Tipitapa, afirmación que no es
compartida por todos los historiadores, ya que en realidad los fundadores de
dicho lugar fueron sus primeros habitantes: los Chorotegas. Según algunos historiadores, a Tipitapa se le
conoce de forma oficial cuando se realiza esa entrega en encomienda al Comendador.
La historia del Santo Cristo Negro de Esquipulas de Tipitapa, se
engarza con la persona de doña Josefina Sierra de Almendárez, quien manda a
hacer la bendita imagen a Guatemala.
Esta bendita imagen no era de esas imágenes peregrinas que solían
recorrer en aquellos tiempos los lugares
“conquistados” por la Corona Española, ni tampoco fue un regalo del Rey al poblado. Por ejemplo, los poblados de Santa Lucía y
Cedros en la hermana república de Honduras, fueron beneficiados con imágenes
preciosas de Jesús Crucificado por parte del Rey. El Rey Felipe II, en 1572, regaló al poblado
de Santa Lucía, una preciosa imagen de Jesús Crucificado que le llaman “El
Señor de las Mercedes” (tiene articulaciones móviles), y al que regaló al poblado de Cedros, le llamaron “El Señor
del Buen Fin”.
Doña Josefina mandó a tallar la imagen del Santo Cristo Negro a
una escuela de arte de Guatemala. En un
lugar leí que el autor de la bendita imagen fue el célebre escultor portugués
Quirio Cataño. Este magnífico escultor,
que pasó a la historia por haber tenido la misión de burilar la preciosa imagen
del Santo Cristo Negro de Esquipulas en Guatemala, se desconoce el año de su
muerte, pero sí sabemos el año en que entregó por medio de contrato firmado la bendita
imagen del Santo Cristo a Fray Cristóbal de Morales: 9 de marzo de 1595. Y de este mismo escultor, de su paternidad se
conocen las siguientes imágenes:
Crucifijo de la Escuela de Cristo, El Cristo del Perdón y Jesús con la
Cruz a Cuestas. Quirio Cataño es muy
anterior a la fecha del Santo Cristo de Esquipulas de Tipitapa, no pudo haber
sido él quien esculpió esta imagen.
Sobre esta imagen podemos decir que fue tallada en fina madera; el
escultor lo dotó de “lengua y
dientes”. Llegó a Tipitapa el memorable
día del 15 de enero de 1754. La imagen
arribó al Puerto de la Bocana, donde fue recibido por su dueña, doña Josefina
Sierra y por el Obispo don José Antonio Flores de Rivera. Llegada que causó mucha alegría entre los
pobladores. Desde ese memorable día,
Tipitapa celebra a su Santo Patrón con piedad y devoción.
Según la reseña histórica de la parroquia San José de Tipitapa, al
fallecer don Juan Bautista Almendárez, y al no dejar descendencia, en su
testamento, donó todas sus propiedades al Santo Cristo Negro de Tipitapa, hasta
donde actualmente es el matadero “PROINCASA”.
Se extendían las tierras hasta muy cerca de donde inicia el Aeropuerto
Internacional Augusto C. Sandino.
Realmente el Santo Cristo de Tipitapa era el “Señor de Tipitapa”.
Pero las propiedades que pertenecían al Santo Cristo Negro de
Tipitapa fueron confiscadas. Al asumir
el General José Santos Zelaya, de tendencia liberal (1,893 – 1,909), como
Presidente de Nicaragua, al redactar la Constitución Política “La Libérrima” de
1893 y la Reforma de 1896, impulsó importantes cambios modernizando el Estado,
desarrollando la agricultura, educación, obras públicas, ordenamiento jurídico,
separó a la Iglesia del Estado, confiscando tierras eclesiales. Se sabe que las relaciones entre el Gobierno
de José Santos Zelaya y la Iglesia, no fueron muy cálidas. Con sus reformas declaró los Derechos Individuales
y la Secularización del Estado; con ello, abolió los diezmos y primicias,
secularizó los cementerios, impulsó la enseñanza laica, promovió el matrimonio
civil y el divorcio. Con “La Libérrima”,
se privaba a la Iglesia de una parte de sus bienes. Bienes que la iglesia había recibido por
“donaciones”, como hoy día, gene generosa, desprendida, dona a la Iglesia, algo
de lo suyo. Es así, que por medio de
esas leyes, las tierras que donó don Juan Bautista Almendárez al Santo Cristo
Negro de Esquipulas de Tipitapa, pasaron a manos del Estado. Antes de estas reformas, hubo otras que
afectaron a la Iglesia, durante las cuales se expropió el Convento de San
Francisco de la ciudad de León (1830 – 1832), actualmente convertido en un
proyecto turístico y cultural: “El Convento”, un bello lugar.
“Le enviaron entonces
unos fariseos y unos herodianos con el fin de sorprenderlo en alguna
contradicción. Llegaron y le dijeron: -
Maestro, sabemos que eres sincero y que no te dejas influir por nadie, pues no
miras las apariencias de las personas, sino que enseñas con verdad el camino de
Dios. ¿Estamos obligados a pagar
impuesto al emperador o no? ¿Lo pagamos
o no lo pagamos? Jesús, viendo su torcida
intención, les contestó: -¿Por qué me ponen a prueba? Tráiganme la moneda del
impuesto para que la vea. Se la
llevaron, y les preguntó: -¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le
contestaron: - Del emperador, Jesús les dijo: -Pues den al emperador lo que es
del emperador y a Dios lo que es de Dios.
Esta respuesta los dejó asombrados” (Marcos 12,13-17).
Este pasaje evangélico habla sobre el tributo al César. Un tema delicado, “vidrioso” en tiempos de
Jesús y en nuestros tiempos también.
Palestina estaba bajo la ocupación romana, situación que dividía a los
contemporáneos de Jesús. El problema
estriba en que si era moral pagar o no pagar el impuesto al emperador romano; y
también si era lícito pagar o no pagar el tributo al emperador. Los fariseos y herodianos, que eran enemigos
irreconciliables entre si, se acercaron a Jesús para hacerle una pregunta
“capciosa”: “¿Estamos obligados a pagar impuesto al emperador o no? ¿Lo pagamos o no lo pagamos?” La respuesta de Jesús, afirmativa o negativa,
le podía crear serios problemas con las autoridades civiles y religiosas. La sociedad estaba dividida en torno a esa
situación. Para un israelita, adorador
del único y verdadero Dios, tocaba los hilos más finos de su conciencia pagar
un impuesto para alguien que se consideraba un dios, y un dios extranjero. Pagar el impuesto al César para un israelita
era tocar el nivel de la conciencia religiosa.
Pero también entraba el problema del ámbito civil.
Jesús respondió célebremente, con autoridad, con sabiduría, ni
afirmando ni negando, ni siquiera hubo en sus labios un silencio evasivo: “Pues
den al emperador lo que es del emperador y a Dios lo que es de Dios”. El Maestro de Galilea, antes, a los fariseos
y herodianos, les descubrió su doblez e hipocresía. Les pidió que le mostraran una moneda (un
denario romano), en el cual estaba grabada la efigie del César, el emperador
Tiberio en ese tiempo.
La respuesta de Jesús fue lapidaria, contundente. Respuesta que ha pasado a la historia,
pronunciada por creyentes y no creyentes.
Ha recibido toda clase de interpretaciones según la conveniencia… Pero la Iglesia ha interpretado sabiamente la
famosa frase de Jesús. ¿Qué significado
tiene dicha frase? En su respuesta Jesús
distingue claramente los deberes cívicos para con la autoridad civil y los
deberes religiosos para con Dios. Son
deberes complementarios, no excluyentes.
Un problema serio hoy día es que estos deberes se llevan a planos
“excluyentes”, uno excluye al otro. El
creyente puede participar en la vida cívica, cumpliendo con sus deberes sin
olvidar sus deberes para con Dios. Pero
toda ley está sujeta a la ley de Dios.
La misión de la Iglesia en el mundo es, ante todo, predicar la
pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia, sus pastores, el papa, los
obispos, presbíteros y diáconos, religiosos y religiosas, estamos llamados a
cumplir con nuestro papel de anunciar a Jesucristo y predicar su Palabra. ¿Debe la iglesia involucrarse en
política? El concepto de política se
entiende en sentido amplio y estricto.
En sentido amplio es el “arte y ciencia de gobernar, que se ocupa por el
bien común”; en sentido estricto, es “militar en un partido político”. La Iglesia en sentido amplio debe y puede
colaborar en el bien común de los hombres y mujeres de buena voluntad. Dar una palabra, un consejo, ayudar, ofrecer
sus servicios como garante en conflictos nacionales e internacionales. Velar por el bien de todos, que los derechos
y valores de las personas no se vean violados ni atropellados. La Iglesia debe estar al lado de los más
necesitados, los más abandonados y marginados de la sociedad, anunciarles la
Buena Nueva. En este sentido la
jerarquía eclesiástica puede y debe participar en política. En sentido estricto, no. El Código de Derecho Canónico es muy claro al
respecto en los números 285 y 287. Los
fieles cristianos, que participan del sacerdocio común y no ministerial por el
sacramento del Bautismo, pueden participar en política en sentido estricto, y
desde su fe y condición de cristianos, darle a este mundo “sabor” a Cristo.
De muy buena fe don Juan Bautista Almendárez donó sus propiedades
al Santo Cristo de Esquipulas de Tipitapa, es decir, a la Iglesia. Propiedades de las que fue despojada la
bendita imagen. Jesús lo que desea de
nosotros es nuestro corazón, nuestra vida
para hacernos hombres y mujeres nuevos, que eso nada ni nadie se lo
quitará. Porque “nada de lo que le
debamos a Dios se lo quitaremos al César”.
Aunque el Santo Cristo de Tipitapa no posea aquellas tierras dadas a Él
como heredero por el Comendador Almendárez, Él es el dueño y Señor de los
corazones de todos los hombres, mujeres, jóvenes y niños de Tipitapa que le
aman y le ofrecen día a día su
corazón. Él es y será siempre el Señor
de nuestras vidas, Él es Señor de nuestra historia, es de este mundo, su reino
es de paz, de amor, de justicia y de libertad.
Un sabio misionero aconsejaba que, cuando a la Iglesia se le
ofrece una donación, se debe discernir bajo las luces del Espíritu Santo
aceptarla o no, para no comprometer a la
misma Iglesia o a alguno de sus representantes.
La Iglesia únicamente se debe a su Señor.
La ciudad de Tipitapa tiene un tesoro inconmensurable: El Santo
Cristo de Esquipulas de Tipitapa. ¡Viva por siempre el Señor de Tipitapa!