Cardenal Miguel Obando y Bravo: la antorcha que se apaciguó en
la gran noche oscura… (Colección Temas varios)
Miguel Obando y Bravo fue
creado cardenal de la santa madre Iglesia católica y apostólica en el
Consistorio del 25 de mayo de 1985 por san Juan Pablo II. Arzobispo emérito de
la arquidiócesis de Managua desde el viernes primero de abril del 2005, un día
antes del tránsito a la Casa del Padre del santo polaco Juan Pablo II. Primer
cardenal autóctono de América Central y primero de Nicaragua.
El cardenal Miguel Obando y
Bravo pastoreó, enseñó y santificó por treinta y cinco años la arquidiócesis de
Managua. En esas tres décadas y un lustro, el “cardenal de la paz”, como se le
solía llamar, realizó una encomiable labor por el bien de la Iglesia y de
Nicaragua, dejando una estela luminosa a su paso como pastor de su grey. Fue
una antorcha viviente, poseedor de una voz sonora y vibrante, impecable en el
vestir, puntualidad inglesa y con reloj británico. El historiador de la
Iglesia, el Dr. Edgar Zúniga C., lo describe así: ´´Siempre ha sido
extremadamente cordial y fino en sus modales y en el trato con las personas.
Incluso alguien llegó a afirmar que Mons. Obando encarna toda la finura del
pueblo nicaragüense. Es sumamente puntual y todo ello ha sido una escuela de buenos
modales´´. También lo llama, en su obra Historia Eclesiástica de Nicaragua, ´salvador
de la Iglesia y salvador de la patria´.
Fue el gran mediador en dificultosos
conflictos nacionales. Defensor incansable de los derechos humanos en Nicaragua
durante la dictadura de estirpe sangrienta de Anastasio Somoza Debayle y
durante el régimen en los años de 1980 del Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN). En la década de los años de 1970, sirvió como mediador entre
el Gobierno somocista y los guerrilleros del Frente Sandinista. Fue siempre el
mediador en diversos conflictos, como también, mediador en los acuerdos de paz
a finales de los años ochenta. Encabezó la Comisión Nacional de Reconciliación
para verificar los Acuerdos de Esquipulas II, y un 23 de marzo de 1988, en
Sapoá, departamento de Rivas, presenció y firmó el Acuerdo para el cese al
fuego definitivo en Nicaragua. En Sapoá se inició la paz y democracia que hoy
se ve amenazada en mi tierra lacustre Nicaragua.
Con un gesto que recoge la
historia de la Iglesia en Nicaragua, Miguel Obando, llevando la antorcha
viviente de la caridad, y con corazón de pastor, horas después del fatídico
seísmo de Managua del 23 de diciembre de 1972, recorrió por casi veinte horas la
ciudad de Managua, ´la novia del Xolotlán´ que lloraba desconsoladamente a sus
hijos muertos, heridos y desaparecidos. Se dice que vestía una ´sotana blanca,
sucia y raída por el polvo de los escombros´ dando palabras de consuelo a las
víctimas del terremoto.
Durante el tiempo que ocupó
la silla arzobispal, recorrió toda la arquidiócesis, dándole a esta identidad.
Exhortaba a los sacerdotes del clero diocesano y religioso y a todos los laicos
a estar en comunión con la Iglesia. Fue conduciendo la arquidiócesis de Managua
con la ayuda del Clero, a un proceso integral que buscaba poner en marcha el
modelo de Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II. Creó nuevas parroquias
por el bien de las almas. Hasta 1952, la arquidiócesis de Managua solo contaba
con dos parroquias: Catedral Metropolitana de Santiago y San Antonio. Hoy en
día son 113 parroquias, organizadas en cinco zonas o vicarías pastorales, las
que conforman esta porción de la Iglesia; la cual cubre el ámbito de los
departamentos de Managua, Masaya y Carazo. Impulsó en la arquidiócesis una
Iglesia en COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN y MISIÓN. Acompañó muy de cerca los trabajos
apostólicos de todos los movimientos existentes en la porción de la Iglesia arquidiocesana.
Como también, a los Institutos de Vida Consagrada: de vida activa y
contemplativa. Cuidó con esmero los Movimientos de Apostolado Seglar y
Asociaciones de espiritualidad laical. Una de sus mayores preocupaciones: las
vocaciones y los seminarios. En la época del cardenal Miguel Obando y Bravo
florecieron muchas vocaciones. Los grupos de ordenandos eran muy nutridos.
Nadie olvidará cuando se ordenaron once diáconos como presbíteros. Grupo que,
hasta la fecha, no ha sido superado.
Con estas letras me he
centrado en la labor del cardenal Obando durante el tiempo que fue titular de
la arquidiócesis de Managua. ¿Y después? ¿Qué sucedió después como arzobispo
emérito de Managua? Todo empezó en la década de los años 2000; en el último año
de su gestión pastoral como titular de la arquidiócesis. El cardenal presidió
en la catedral metropolitana de Managua una eucaristía ´por la paz y la
reconciliación´ (19 de julio del 2004), en el contexto del XXV aniversario del
triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Asistieron muchos feligreses y la
presencia del Clero fue notoria. A este acto los medios de comunicación social
le llamaron así: ´´Acercamiento entre Obando y Ortega´´, ´´ Misa
sella reconciliación entre FSLN y la Iglesia´´, ´´El fuerte acercamiento del
cardenal Miguel Obando y Daniel Ortega fue evidente´´. El reconocido periodista
Carlos Fernando Chamorro Barrios, en su tan visto programa ´Esta semana´, calificó
el hecho con estas palabras: ´´Reconciliación de Obando con su antiguo enemigo,
el comandante Ortega´´.
Sobre estas páginas en la
historia perentoria del cardenal Miguel Obando y Bravo, no le corresponde a
quien escribe emitir un juicio y menos tomar una postura condenatoria. Sea la
historia, y en última instancia Dios quien juzgue el actuar del señor cardenal.
En el sentir popular se afirma que, lamentablemente, Miguel Obando fue
´mordido´ por la víbora de la leyenda que pronunciara en la catedral
metropolitana de Managua, un jueves 17 de octubre de 1996, día del padre de la
Iglesia, obispo y mártir san Ignacio de Antioquía. Solo faltaban tres días para
las elecciones presidenciales, cuando el comandante José Daniel Ortega Saavedra
perdió contra el Dr. José Arnoldo Alemán Lacayo, mandatario de no tan gratos
recuerdos. Algunos medios de comunicación mal llamaron a la tan comentada
leyenda, fábula o parábola del viborazo.
Yo siempre agradeceré al
cardenal Miguel Obando las cosas buenas que realizó por el bien de la Iglesia y
por el bien de Nicaragua. No es justo calificar en su totalidad a un hombre
negativamente en el último tramo de su vida. La labor ingente del primer
purpurado autóctono de América Central y de Nicaragua, debe ser valorada en su justo
valor. Su justo valor en la balanza de la ecuanimidad. Yo fui párroco en la
arquidiócesis de Managua por casi doce años, escuché de sus labios varias
homilías, que quizá muchos no recuerdan. Le vi consolando y ungiendo enfermos.
Le acompañé en una de sus visitas pastorales en San Rafael del Sur, y presencié
cómo él daba una palabra de alivio a tantas personas necesitadas. Muy de
acuerdo estoy con la afirmación del historiador Edgar Zúniga: ´´El cardenal
Miguel Obando Bravo es la mejor prueba de esa realidad teológica que a nosotros
los católicos nos permite ver el rostro de Cristo detrás del rostro del
obispo´´. En una ocasión le pregunté al
padre Harving Salvador Padilla cómo definiría en dos palabras al cardenal
Obando; él me respondió lo siguiente: ´´Hombre disciplinado y entregado´´. Recibí
de sus manos el orden sacerdotal un 1 de julio de 1995. Nunca olvidaré su
homilía: el sacerdocio según san Juan Bosco. Las veces que le busqué me recibió
con una palabra cálida, respetuosa y delicada. Siempre se dirigió a mí como reverendo
padre Bosco. Tratándome siempre de usted. Llevó la antorcha viviente de la
caridad para muchos hombres y mujeres. El papa Francisco, en ocasión de los 50
años de vida episcopal del cardenal Miguel Obando, le escribió lo siguiente:
´´Realizaste grandes obras en el pueblo de Dios, rigiendo, enseñando y
santificando en singulares obras sociales en la querida Iglesia de Nicaragua´´.
Sin duda alguna, en su gestión como titular de la arquidiócesis de Managua, el
cardenal Obando hizo vida su lema episcopal: ´´Me hice todo para todos´´.
Esa antorcha viviente como
mediador, defensor, garante en los conflictos nacionales que llevó el cardenal
Miguel Obando y Bravo por treinta y cinco años, se fue apaciguando, poco a
poco, en la gran noche oscura de la hura de la víbora.
El cardenal Miguel Obando y
Bravo realizó su viaje hacia la Casa del Padre, cerrando sus ojos a este mundo,
para abrirlos en la eternidad, en Managua, a los 92 años de edad, un 3 de junio
del 2018, día domingo, fiesta del Corpus Christi.
´´Dos
hombres iban caminando por el campo. Vieron en el camino que estaba una víbora.
La víbora parecía que se estaba muriendo a causa del frío. Uno de aquellos hombres
dijo: se está muriendo esta víbora por causa del frío. Creo que si le damos un
poco de calor no morirá. El compañero le dijo: ten cuidado, yo creo que esta
víbora ya mató a alguien porque salía de este hueco y mató a fulano de tal. Aquel
dijo: las circunstancias han cambiado. Esta víbora no me hará nada, yo le voy a
dar calor. Se agachó, tomó en las manos la víbora, la metió entre su pecho para
darle calor, y cuando le había dado calor, la víbora lo mordió y lo mató. Creo
que el cristiano tiene que tener siempre prudencia. Por eso estos días, debemos
reflexionar qué es lo que más conviene para la patria´´. (Leyenda de la víbora,
pronunciada por el cardenal Miguel Obando y Bravo un 17 de octubre de 1996)
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