miércoles, 20 de mayo de 2020

Cardenal Miguel Obando y Bravo: la antorcha que se apaciguó en la gran noche oscura…


Cardenal Miguel Obando y Bravo: la antorcha que se apaciguó en la gran noche oscura… (Colección Temas varios)


Miguel Obando y Bravo fue creado cardenal de la santa madre Iglesia católica y apostólica en el Consistorio del 25 de mayo de 1985 por san Juan Pablo II. Arzobispo emérito de la arquidiócesis de Managua desde el viernes primero de abril del 2005, un día antes del tránsito a la Casa del Padre del santo polaco Juan Pablo II. Primer cardenal autóctono de América Central y primero de Nicaragua.
El cardenal Miguel Obando y Bravo pastoreó, enseñó y santificó por treinta y cinco años la arquidiócesis de Managua. En esas tres décadas y un lustro, el “cardenal de la paz”, como se le solía llamar, realizó una encomiable labor por el bien de la Iglesia y de Nicaragua, dejando una estela luminosa a su paso como pastor de su grey. Fue una antorcha viviente, poseedor de una voz sonora y vibrante, impecable en el vestir, puntualidad inglesa y con reloj británico. El historiador de la Iglesia, el Dr. Edgar Zúniga C., lo describe así: ´´Siempre ha sido extremadamente cordial y fino en sus modales y en el trato con las personas. Incluso alguien llegó a afirmar que Mons. Obando encarna toda la finura del pueblo nicaragüense. Es sumamente puntual y todo ello ha sido una escuela de buenos modales´´. También lo llama, en su obra Historia Eclesiástica de Nicaragua, ´salvador de la Iglesia y salvador de la patria´.
Fue el gran mediador en dificultosos conflictos nacionales. Defensor incansable de los derechos humanos en Nicaragua durante la dictadura de estirpe sangrienta de Anastasio Somoza Debayle y durante el régimen en los años de 1980 del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En la década de los años de 1970, sirvió como mediador entre el Gobierno somocista y los guerrilleros del Frente Sandinista. Fue siempre el mediador en diversos conflictos, como también, mediador en los acuerdos de paz a finales de los años ochenta. Encabezó la Comisión Nacional de Reconciliación para verificar los Acuerdos de Esquipulas II, y un 23 de marzo de 1988, en Sapoá, departamento de Rivas, presenció y firmó el Acuerdo para el cese al fuego definitivo en Nicaragua. En Sapoá se inició la paz y democracia que hoy se ve amenazada en mi tierra lacustre Nicaragua.
Con un gesto que recoge la historia de la Iglesia en Nicaragua, Miguel Obando, llevando la antorcha viviente de la caridad, y con corazón de pastor, horas después del fatídico seísmo de Managua del 23 de diciembre de 1972, recorrió por casi veinte horas la ciudad de Managua, ´la novia del Xolotlán´ que lloraba desconsoladamente a sus hijos muertos, heridos y desaparecidos. Se dice que vestía una ´sotana blanca, sucia y raída por el polvo de los escombros´ dando palabras de consuelo a las víctimas del terremoto.
Durante el tiempo que ocupó la silla arzobispal, recorrió toda la arquidiócesis, dándole a esta identidad. Exhortaba a los sacerdotes del clero diocesano y religioso y a todos los laicos a estar en comunión con la Iglesia. Fue conduciendo la arquidiócesis de Managua con la ayuda del Clero, a un proceso integral que buscaba poner en marcha el modelo de Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II. Creó nuevas parroquias por el bien de las almas. Hasta 1952, la arquidiócesis de Managua solo contaba con dos parroquias: Catedral Metropolitana de Santiago y San Antonio. Hoy en día son 113 parroquias, organizadas en cinco zonas o vicarías pastorales, las que conforman esta porción de la Iglesia; la cual cubre el ámbito de los departamentos de Managua, Masaya y Carazo. Impulsó en la arquidiócesis una Iglesia en COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN y MISIÓN. Acompañó muy de cerca los trabajos apostólicos de todos los movimientos existentes en la porción de la Iglesia arquidiocesana. Como también, a los Institutos de Vida Consagrada: de vida activa y contemplativa. Cuidó con esmero los Movimientos de Apostolado Seglar y Asociaciones de espiritualidad laical. Una de sus mayores preocupaciones: las vocaciones y los seminarios. En la época del cardenal Miguel Obando y Bravo florecieron muchas vocaciones. Los grupos de ordenandos eran muy nutridos. Nadie olvidará cuando se ordenaron once diáconos como presbíteros. Grupo que, hasta la fecha, no ha sido superado.
Con estas letras me he centrado en la labor del cardenal Obando durante el tiempo que fue titular de la arquidiócesis de Managua. ¿Y después? ¿Qué sucedió después como arzobispo emérito de Managua? Todo empezó en la década de los años 2000; en el último año de su gestión pastoral como titular de la arquidiócesis. El cardenal presidió en la catedral metropolitana de Managua una eucaristía ´por la paz y la reconciliación´ (19 de julio del 2004), en el contexto del XXV aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Asistieron muchos feligreses y la presencia del Clero fue notoria. A este acto los medios de comunicación social le llamaron así: ´´Acercamiento entre Obando y Ortega´´, ´´ Misa sella reconciliación entre FSLN y la Iglesia´´, ´´El fuerte acercamiento del cardenal Miguel Obando y Daniel Ortega fue evidente´´. El reconocido periodista Carlos Fernando Chamorro Barrios, en su tan visto programa ´Esta semana´, calificó el hecho con estas palabras: ´´Reconciliación de Obando con su antiguo enemigo, el comandante Ortega´´.
Sobre estas páginas en la historia perentoria del cardenal Miguel Obando y Bravo, no le corresponde a quien escribe emitir un juicio y menos tomar una postura condenatoria. Sea la historia, y en última instancia Dios quien juzgue el actuar del señor cardenal. En el sentir popular se afirma que, lamentablemente, Miguel Obando fue ´mordido´ por la víbora de la leyenda que pronunciara en la catedral metropolitana de Managua, un jueves 17 de octubre de 1996, día del padre de la Iglesia, obispo y mártir san Ignacio de Antioquía. Solo faltaban tres días para las elecciones presidenciales, cuando el comandante José Daniel Ortega Saavedra perdió contra el Dr. José Arnoldo Alemán Lacayo, mandatario de no tan gratos recuerdos. Algunos medios de comunicación mal llamaron a la tan comentada leyenda, fábula o parábola del viborazo.
Yo siempre agradeceré al cardenal Miguel Obando las cosas buenas que realizó por el bien de la Iglesia y por el bien de Nicaragua. No es justo calificar en su totalidad a un hombre negativamente en el último tramo de su vida. La labor ingente del primer purpurado autóctono de América Central y de Nicaragua, debe ser valorada en su justo valor. Su justo valor en la balanza de la ecuanimidad. Yo fui párroco en la arquidiócesis de Managua por casi doce años, escuché de sus labios varias homilías, que quizá muchos no recuerdan. Le vi consolando y ungiendo enfermos. Le acompañé en una de sus visitas pastorales en San Rafael del Sur, y presencié cómo él daba una palabra de alivio a tantas personas necesitadas. Muy de acuerdo estoy con la afirmación del historiador Edgar Zúniga: ´´El cardenal Miguel Obando Bravo es la mejor prueba de esa realidad teológica que a nosotros los católicos nos permite ver el rostro de Cristo detrás del rostro del obispo´´.  En una ocasión le pregunté al padre Harving Salvador Padilla cómo definiría en dos palabras al cardenal Obando; él me respondió lo siguiente: ´´Hombre disciplinado y entregado´´. Recibí de sus manos el orden sacerdotal un 1 de julio de 1995. Nunca olvidaré su homilía: el sacerdocio según san Juan Bosco. Las veces que le busqué me recibió con una palabra cálida, respetuosa y delicada. Siempre se dirigió a mí como reverendo padre Bosco. Tratándome siempre de usted. Llevó la antorcha viviente de la caridad para muchos hombres y mujeres. El papa Francisco, en ocasión de los 50 años de vida episcopal del cardenal Miguel Obando, le escribió lo siguiente: ´´Realizaste grandes obras en el pueblo de Dios, rigiendo, enseñando y santificando en singulares obras sociales en la querida Iglesia de Nicaragua´´. Sin duda alguna, en su gestión como titular de la arquidiócesis de Managua, el cardenal Obando hizo vida su lema episcopal: ´´Me hice todo para todos´´.
Esa antorcha viviente como mediador, defensor, garante en los conflictos nacionales que llevó el cardenal Miguel Obando y Bravo por treinta y cinco años, se fue apaciguando, poco a poco, en la gran noche oscura de la hura de la víbora.
El cardenal Miguel Obando y Bravo realizó su viaje hacia la Casa del Padre, cerrando sus ojos a este mundo, para abrirlos en la eternidad, en Managua, a los 92 años de edad, un 3 de junio del 2018, día domingo, fiesta del Corpus Christi.
´´Dos hombres iban caminando por el campo. Vieron en el camino que estaba una víbora. La víbora parecía que se estaba muriendo a causa del frío. Uno de aquellos hombres dijo: se está muriendo esta víbora por causa del frío. Creo que si le damos un poco de calor no morirá. El compañero le dijo: ten cuidado, yo creo que esta víbora ya mató a alguien porque salía de este hueco y mató a fulano de tal. Aquel dijo: las circunstancias han cambiado. Esta víbora no me hará nada, yo le voy a dar calor. Se agachó, tomó en las manos la víbora, la metió entre su pecho para darle calor, y cuando le había dado calor, la víbora lo mordió y lo mató. Creo que el cristiano tiene que tener siempre prudencia. Por eso estos días, debemos reflexionar qué es lo que más conviene para la patria´´. (Leyenda de la víbora, pronunciada por el cardenal Miguel Obando y Bravo un 17 de octubre de 1996)









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