San Óscar Arnulfo Romero: un profeta en
el gran ´Pulgarcito de América´ (Colección Santos y beatos)
El
escritor Julio Enrique Ávila fue quien acuñó la perífrasis ´El Salvador,
Pulgarcito de América´, para hablar de su amado país El Salvador. Ese pequeño y
gran país, bañado por las aguas de cristal del océano Pacífico, vio nacer al
mártir y profeta de América, al más universal de los salvadoreños: Óscar
Arnulfo Romero y Galdámez.
En
los países del istmo centroamericano, llaman a uno de sus departamentos,
provincias o ciudades, ´La Sultana de Oriente´. Así se le llama en El Salvador
a la abrasadora ciudad de San Miguel, cabecera del departamento homónimo. En
ese departamento, en el municipio de Ciudad Barrios, abrió sus ojos a la luz de
este mundo, por primera vez, el niño Óscar Arnulfo Romero Galdámez, un
miércoles 15 de agosto de 1917, día glorioso y mariano, día de la Asunción de
María.
En
el Antiguo Testamento, el profetismo, sacerdocio y la monarquía, eran las tres
instituciones que guiaban al pueblo en el caminar de su historia. En las
Sagradas Escrituras se enlistan 104 profetas; a 49 de ellos se les conoce por
su nombre, y diecisiete de ellos escribieron su mensaje. La palabra ´profeta´
traducida del griego y hebreo se interpreta como ´el llamado´, ´el enviado´ y
´el que anuncia´. En sentido estricto bíblico significa ´el que habla en lugar
de otro´; es decir, ´el que habla en lugar de Dios´. Los profetas fundaban su
mensaje en tres principios: denunciaban, exhortaban y prometían. Denunciaban la
idolatría cananea, exhortaban a la conversión, y prometían una esperanza al
pueblo en el Dios único y verdadero.
Hoy
en día, en la Iglesia católica, el profetismo sigue vivo desde la persona, el
mensaje y la vida de Nuestro Señor Jesucristo, el Profeta por excelencia.
Cuando fuimos bautizados, con el santo Crisma se pronunciaron sobre nosotros
estas palabras: ´´Para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis para
siempre miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey´´. El Concilio Vaticano II
dice: ´´El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de
Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y
ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza, que es fruto de los labios que
confiesan su nombre (LG 12)´´. Los profetas de ayer y hoy, actuaron en un
tiempo y espacios determinados. Es decir, actuaron en un contexto social,
político y religioso. El contexto económico, político, social y eclesial en el
que actuó el beato Óscar Arnulfo, fue bajo una dictadura militar o Gobiernos
militares, y un ambiente hostil de crisis política y social, que desembocó en
la década de 1980 en la guerra civil de El Salvador, dejando una estela de odio
de muerte y odio de sangre de 75 000 muertos y desaparecidos, según la Comisión
de la Verdad para El Salvador. Las dictaduras militares, sean de derecha o de
izquierda, son siempre insidiosas. En una dictadura militar, las instituciones
ejecutivas, legislativas y judiciales son dominadas por unas fuerzas armadas.
Así estaba El Salvador y varios países de América Latina en tiempos de nuestro
mártir y profeta Óscar Arnulfo Romero.
Ante
la situación que vivía El Salvador, monseñor Romero sintió compasión por su
pueblo. Aunque era tímido, como tímido era el profeta Jonás. Algunos lo
calificaron como un ´Jonás para América Latina´. Su corazón, cada uno de sus
tejidos, era de un verdadero pastor y profeta. El verdadero pastor escucha lo
que Dios ha escuchado siempre cuando su pueblo sufre: ´´Bien vista tengo la
aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus
opresores; pues ya conozco sus sufrimientos´´ (Éxodo 3,7). Es así que su lema episcopal ´Sentir con la
Iglesia´, se hizo vida en él y en el pueblo salvadoreño.
Ocupó
la silla episcopal de la diócesis de Santiago de María, en el departamento de
Usulután, el 15 de octubre de 1974. Monseñor Romero, de formación claretiana y
jesuita que, como arzobispo de San Salvador, sufrió lo que unos llaman la
´evolución eclesiológica de Monseñor Romero´. Su punto de partida fue el
asesinato del sacerdote jesuita Rutilio Grande, el 12 de marzo de 1977, cuando
iba de camino hacia el Paisnal, Tonacatepeque. Romero fue nombrado el 3 de
febrero de 1977 como IV arzobispo metropolitano de San Salvador, por el beato
Pablo VI, tomando posesión canónica de esa amada grey el 22 de febrero del
mismo año. Según sus biógrafos, a partir de esa histórica fecha, el ambiente en
el ´Pulgarcito de América´ se tornó más tirante. Gobernaba el país el político
y coronel Arturo Armando Molina.
Dice
Wikipedia, la Enciclopedia libre, que el beato Óscar Arnulfo Romero fue
´célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos´. Sus homilías que
eran transmitidas por radio ´YSAX – La voz del Buen Pastor´´, significó para
monseñor Romero ´la niña de sus ojos´. Pues dicha emisora transmitió todas sus
homilías. En sus homilías, Romero denunciaba lo que nadie, en ese tiempo, se
atrevía a denunciar: los atropellos de los Gobiernos de Arturo Armando Molina y
Carlos Humberto Romero. Únicamente él alzaba su voz para defender a su pueblo. Este
y muchos otros testimonios escuchamos de viva voz del cardenal José Gregorio
Rosa Chávez, obispo auxiliar de la arquidiócesis de San Salvador.
Monseñor
Romero tenía muy incrustado en su corazón las célebres palabras del papa Pío
XI: ´´La misión de la Iglesia no es desde luego política, pero cuando la
política toca el altar, la Iglesia defiende el altar´´. Por su defensa en favor
de su pueblo y sus constantes denuncias proféticas al Gobierno, algunos medios
de comunicación social nacionales e internacionales, se encargaron de
desdibujar la figura señera del beato Óscar Arnulfo Romero. Dichos medios
insistían una y otra vez, de forma obsesionada y persecutoria, en destruir la
figura del mártir y profeta, perdiendo totalmente la visión de conjunto de la
noticia como interés informativo y formativo sobre la labor de monseñor Romero;
informaban al pueblo salvadoreño, noticia huera, casi bazofia, noticias
escritas con un espíritu mindundi. Hacían de sus medios impresos y en imágenes,
páginas flumígeras con letras incendiarias en contra del pastor y mártir.
En
sus homilías, el beato Óscar Arnulfo habló de temas como: la fe en Dios, el
seguimiento de Jesús, el sentir con la Iglesia, la Doctrina Social de la
Iglesia y el llamado perenne a la conversión. Como un tesoro inconmensurable y
espiritual, el beato Óscar Arnulfo Romero, nos dejó alrededor de 200 homilías
dominicales, sin contar las del día a día. Sus enseñanzas no han perdido el
brillo de la novedad, pues en cada homilía está la palabra viva y eficaz de un
pastor que se dejó guiar por la luz del Espíritu Santo. Sus homilías proféticas
animaron y llenaron de esperanza a un
pueblo oprimido y deseoso de su liberación. La vigencia de cada homilía
consiste en que la palabra era profética, y eso hizo el ´resonar de Dios´ en el
pueblo sufriente. Su última homilía fue titulada la ´Homilía de fuego´, homilía
sonora y vibrante, en la que gritó: ´´En nombre de Dios pues, y en nombre de este
sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos,
les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión´´.
Romero predicó la paz, pero no a cualquier precio. Tomó decisiones responsables
y definitivas por la causa del Reino de Dios.
El
sacrílego asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, ocurrió un
lunes 24 de marzo de 1980, al caer la tarde, en la capilla del Hospital ´Divina
Providencia´ de San Salvador. El arzobispo Romero presidía la eucaristía; al
iniciar la liturgia eucarística, es decir, la preparación y ofrenda de los
dones, una detonación efectuada por el homicida, suboficial Marino Samayor
Acosta, a quien le pagaron la cantidad de 114 dólares para realizar el
magnicidio, impactó en el noble corazón del purpurado. El autor intelectual y
cerebro de la operación: el mayor Roberto d'Aubuisson Arrieta. Nuestro mártir
Romero y Galdámez muere cuando El Salvador era gobernado por la Junta Revolucionaria
de Gobierno (JRG), que era un gobierno de facto.
A
los treinta y cinco años de su martirio, Mons. Romero alcanzó la gloria de los
altares. La ceremonia de beatificación del siervo y mártir de Dios, Óscar
Arnulfo Romero, realizada el 23 de mayo del 2015, en la Plaza Salvador del
Mundo, en San Salvador, fue presidida por el representante del papa Francisco,
cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Causa de los Santos. Quien en pocas
pinceladas dibujó perfectamente la recia personalidad del beato y mártir Óscar
Arnulfo, con estas palabras en su bella homilía pronunciada ese memorable día:
´´¿Quién era Romero? ¿Cómo se preparó al
martirio? Digamos ante todo que Romero
era un sacerdote bueno, un obispo sabio, pero sobre todo era un hombre
virtuoso. Amaba a Jesús, lo adoraba en
la Eucaristía, veneraba la Santísima Virgen María, amaba a la Iglesia, amaba al
Papa, amaba a su pueblo. El martirio no
fue una improvisación sino que tuvo una larga preparación. Romero, de hecho, era como Abraham, un hombre
de fe profunda y de esperanza inquebrantable´´.
El
papa Francisco, recientemente, firmó el decreto que permite la pronta
canonización del arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero. El Salvador tendrá
un santo. Latinoamérica tendrá un nuevo santo, la Iglesia contará con un nuevo
intercesor. Hacemos nuestras las palabras de san Juan Pablo II: ´´Romero es
nuestro, es de la Iglesia´´. Y él es, como dijo el cardenal Amato, ´´otra
estrella luminosísima que se enciende en el firmamento espiritual
americano. Él pertenece a la santidad de
la Iglesia americana´´.
La
solemne ceremonia de canonización fue celebrada por el papa Francisco, el
domingo 14 de octubre de 2018, en la bellísima Plaza de San Pedro, en la ciudad
del Vaticano.
¡Viva
el mártir y profeta de América Óscar Arnulfo Romero!
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