COVID-19: LA
ENFERMEDAD LETAL QUE ESTACIONÓ AL MUNDO (Colección Temas varios)
´´Días tristes, nos cuesta estar muy solos.
Buscamos mil maneras de vencer la estupidez.
Meses grises, es tiempo de escondernos.
Tal vez sea la forma de encontrarnos otra vez´´
(Lucía Gil, cantante española).
La República Popular China es uno de
países con mayor población sobre la faz de la Tierra. Una de sus ciudades más
emblemáticas e importantes es Wuhan, con 11.08 millones de habitantes, capital
de la provincia de Hubei, en la parte central del país, bañada por el río
Yangtze. Es una ciudad histórica, de vieja cultura trimilenaria de Asia
Oriental. Esta ciudad fue por un tiempo capital del país. Actualmente, es una
ciudad con mayor proyección política, económica, financiera, comercial,
cultural y educativa de la China roja. Histórica por la batalla de Wuhan, y
conocida mundialmente, cobrando gran notoriedad, porque en ella se originó la enfermedad
del nuevo coronavirus, conocida científicamente como COVID-19. El epicentro fue
el Mercado Mayorista de Mariscos, ubicado al sur de Wuhan. Brote que dio lugar
a una pandemia universal de neumonía, causando la muerte de 228.154 personas, 3.144.980
infectados en todo el mundo, hasta el 30 del mes de abril de 2020. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una pandemia es la
propagación mundial de una nueva enfermedad, en este caso, el virus mortal del
nuevo coronavirus.
En los días duros y grises de la pandemia,
gobiernos de todo el mundo, exceptuando a los de Nicaragua y México, que actuaron con la mayor irresponsabilidad e
indolencia, tomaron medidas urgentes muy parecidas para ayudar a la población a
no contagiarse del nuevo coronavirus. En varios países de nuestra América
Latina, las autoridades sanitarias pidieron a sus habitantes que se quedaran en
sus casas, el sentido del confinamiento no era otro que salvar el mayor número
de vidas posibles, el cierre preventivo de centros educativos, suspensión del
calendario electoral (Bolivia), cierre de las fronteras terrestres, marítimas y
fluviales, suspensión de viajes al extranjero para empleados públicos y demás
ciudadanos, estado de excepción, toque de queda, cuarentena nacional o
absoluta, prohibición del ingreso de extranjeros, cierre temporal de los
establecimientos comerciales, excepto supermercados, farmacias, centros médicos
y establecimientos para la venta de productos de salud. La Organización Mundial
de la Salud por medio de los más de 190 Estados Miembros y de todos sus delegados,
recordaba una y otra vez a la población las medidas para no contagiarse: ´´Evitar el contacto cercano con personas enfermas.
Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca con las manos sin lavarse. Lavarse
frecuentemente las manos con agua y jabón por al menos 40 segundos. Usar un
desinfectante de manos que contenga al menos un 60 % de alcohol si no hay agua
y jabón disponibles. Si está enfermo, para prevenir la propagación de la
enfermedad respiratoria a los demás, debería quedarse en casa. Cubrirse la
nariz y la boca con un pañuelo desechable al toser o estornudar y luego tirarlo
a la basura. Limpiar y desinfectar los objetos y las superficies que se
tocan´´.
Pero ¿qué es la enfermedad COVID-19? La
descripción que hace la OMS es la siguiente: ´´La enfermedad del coronavirus 2019 (Covid-19) es una afección
respiratoria que se puede propagar de persona a persona. El virus que causa el
Covid-19 es un nuevo coronavirus que se identificó por primera vez durante la
investigación de un brote en Wuhan, China (…) Es probable que el virus que
causa el coronavirus Covid-19 haya surgido de una fuente animal, pero ahora se
está propagando de persona a persona´´. Los síntomas son fiebre, tos y gran
dificultad para respirar. ¿Y su origen?
La humanidad entera vivió en carne
propia y fue espectadora de la primera pandemia mundial en tiempo real a través
de los medios de comunicación y redes sociales. En cuanto a la génesis del
virus, las hipótesis versan sobre las siguientes suposiciones con variadas argumentaciones:
castigo divino o una plaga anunciada en los sublimes escritos bíblicos (en
América Latina comenzó en Cuaresma), arma biológica, hecha desde la
interminable lucha política o ideológica de algunos jefes de Estado (muchos sostienen
que el virus es un arma biológica de EE.UU. y China para dominar el mundo. Se
afirma que el virus fue creado, manipulado genéticamente. La famosa Dra. Chinda
Brandolino, afirma que el virus se patentó en un laboratorio del Reino Unido), y
la más común o difundida, es la del murciélago grande de herradura chino (Rhinolophus ferrumequinum), considerado
el sospechoso principal de ser el vector del brote universal de la COVID-19.
Los historiadores reseñan en sus
voluminosos libros y documentales las diferentes pandemias y pestes que han
azotado a la humanidad, comenzando con la viruela, la plaga de Atenas, el
cólera, la peste antonina, la plaga de Justiniano, la fiebre amarilla, la gripe
porcina, la gripe asiática, el ébola, virus de transmisión sexual VIH/Sida hasta
la COVID-19 en estos días de nuestro siglo presente. Afirman que las pestes y pandemias
han puesto en peligro la supervivencia de la raza humana. Ante esta pandemia
del coronavirus, vivimos una emergencia mundial. Única quizá. Hemos sido corresponsables
los unos de los otros. Nos dimos cuenta que no somos ´´islas´´ aisladas. Que estamos
interrelacionados, y que la salud personal dependió de los otros, y la de los
otros de la personal. Sentimos miedo. Miedo como lo sintió el pueblo hebreo
antes de salir de Egipto hacia la Tierra Prometida. Miedo como el de los
apóstoles encerrados en sus casas por la ira de los judíos. Miedo como el de
los primeros cristianos en las catacumbas por la persecución de los romanos.
Pero también experimentamos que el gran concierto de naciones estuvo más
cercano en toda su historia.
Ciertamente, esta pandemia mundial ha
golpeado fuertemente todos los ámbitos de la sociedad. La humanidad no será
igual después de la pandemia… La economía y los mercados recibieron un golpe
bajo y muy fuerte. En otras palabras, la economía mundial se enfila por el
camino del despeñadero de la gran recesión jamás vista en la historia de los
mercados financieros. Por ello, hoy más que nunca, estamos llamados en carácter
de urgencia a hacer una reflexión sobre
el impacto moral, económico y social de la pandemia. El coronavirus también tocó
nuestra fe, y ojalá no una fe infantil y divorciada de la razón. Razón y fe van
siempre de la mano. A la luz de la fe, descubrimos que después de esta pandemia,
hemos de ser más humanos, más solidarios, más fraternos. La ambición desmedida
de muchos hombres y mujeres por tener más y más dinero a costa de lo que sea, no
tiene ningún sentido. Con el coronavirus
fuimos seres más vulnerables y débiles. Todos nos podíamos enfermar. Todos, sin
excepción alguna.
En realidad, somos seres que necesitamos
de cuidado, de muchísimo cuidado. Han sido impresionantes los videos que
circulaban en los medios de comunicación y redes sociales de actos
verdaderamente humanos, ungidos con el óleo de la solidaridad y fraternidad,
actos ni siquiera vistos en tiempo de Navidad, que es una temporada en la cual vemos
más actos de amor en favor de los más desprotegidos. El ingenio y la creatividad del ser humano se
disparó a un ciento por ciento. Tan metidos en nosotros mismos, atrapados por
tantos dispositivos con las mil y una aplicaciones, dejamos de ser creativos e
ingeniosos. Nos subimos al tren trepidante de la vida, el cual ensordece
nuestro ingenio.
La música, la buena música con mensajes
esperanzadores llenaron la escena gris que envolvió la pandemia. La canción Volveremos a brindar, de la cantante
española Lucía Gil, se convirtió en el gran himno en tan terrible tiempo de
peste. Poemas y escritos plasmaron en cada de una de sus letras sentimientos de
apoyo y ánimo. Varios cantantes famosos ofrecieron conciertos desde sus casas y
los transmitían a través de Instagram y otras redes sociales. Las redes
explotaron con videos muy graciosos de los famosos desde sus casas. Escritores
de alta talla literaria, como mi paisano Sergio Ramírez Mercado, por medio de
Twitter prepararon eventos que versaban sobre la crisis sanitaria de la COVID-19.
Decía más arriba, que los planos desde
donde más se discutió o se reflexionó
sobre el letal virus, fueron el plano político y religioso. En el plano religioso,
varios teólogos escribieron sobre la pandemia. Los artículos de Víctor Codina
(para mí el mejor), Leonardo Boff, Michael P. Moore, Timothy Radcliffe y José
Antonio Pagola, iluminaron el tema de la peste desde diferentes puntos: la
bondad de Dios que escucha las oraciones del que sufre, revisar el modo de
habitar la Casa Común, el aprender a moderar el consumismo exacerbado, el Dios
de la vida y no de la muerte, el ciberespacio que nos acerca, buscar todas las
formas posibles para predicar el Evangelio en medio de la pandemia, somos una
sola comunidad humana, el no caer en una actitud fideísta y el más allá. Varios
teólogos se preguntaban sobre el origen de la COVID-19. El teólogo Michael P.
Moore responde sobre el origen del virus: ´´El
COVID-19 existe porque también los virus forman parte de un mundo finito y en
evolución: de la única manera que podría haberlo hecho un Creador. El freno de
este flagelo depende del descubrimiento de la vacuna necesaria, y esto es obra
y responsabilidad del hombre, no de Dios´´. Algunos especialistas advierten
que la vacuna podría causar daños terribles…
Y los pastores de la Iglesia católica, ¿qué
dijeron? ¿Los obispos, qué afirmaron? ¿Qué dijo el papa de Roma? ¿Cómo
respondieron ante la dura y fría pregunta de muchos sobre si Dios ha abandonado
a la humanidad en esta pandemia?
Cuando nuestro Señor Jesucristo se
encontraba en el suplicio de la cruz, sobre el Gólgota, gritó al Padre Dios, a
su Buen Padre Dios con estas palabras que consigna el apóstol y evangelista san
Mateo: ´´Desde la hora sexta hubo
oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona
clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío,
Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»´´(Mateo 27, 45-46). ¿Es que Dios
abandonó a su propio Hijo? Si abandonó a su propio hijo, ¿qué nos espera a nosotros,
que somos sus hijos en adopción? San Pablo, el apóstol de los gentiles, dice: ´´Eligiéndonos
de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad´´ (Efesios
1,5). Con la expresión ´´¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?´´, Jesucristo,
el Hijo de Dios, hace suyas las palabras con la cuales se abre el salmo 22. Jesús,
como buen judío, conocía muy bien este hermoso salmo. Según los entendidos de
la Palabra de Dios, este salmo es una oración sincera, es un lamento doloroso,
en el que el salmista pide socorro, experimenta el silencio de Dios y su ´aparente´
ausencia. La cuarta palabra que Cristo Jesús pronunció en la cruz, ha sido
comentada por muchos teólogos y especialistas bíblicos. El papa emérito
Benedicto XVI, comentó esta palabra diciéndonos lo siguiente: ´´Es una llamada dirigida a Dios que parece
lejano, que no responde y que parece haberlo abandonado (…) Expresa
toda la desolación del Mesías, Hijo de Dios, que está afrontando el drama de la
muerte, una realidad totalmente contrapuesta al Señor de la vida (…)
Abandonado por casi todos los suyos, traicionado y renegado por los discípulos,
rodeado por los que le insultan, Jesús está bajo el peso aplastante de una
misión que debe pasar por la humillación y el aniquilamiento. Por esto grita al
Padre y su sufrimiento asume las palabras dolientes del Salmo (…) No es un grito desesperado, como no lo era
el del Salmista, que en su súplica recorre un camino atormentado que llega
finalmente a una perspectiva de alabanza, en la confianza de la victoria divina
(…) Ante ellos, el salmista pide
socorro, en un grito que abre los cielos, porque proclama una fe, una seguridad
que va más allá de toda duda, de toda oscuridad y de toda desolación. Y el
lamento se transforma, deja lugar a la alabanza en la acogida de la salvación´´.
Es importante aclarar, que Jesucristo no
se sintió abandonado de su Padre Dios. Él experimentó en la hora de la
salvación la presencia de Dios a su lado. Como hombre verdadero, experimentó el
dolor y la angustia normal de cualquier ser humano. Experimentó en ese momento
del suplicio la inmensa soledad al verse abandonado por todos los suyos: familiares,
amigos y discípulos más cercanos. Infinita soledad. En ese momento cumbre de su
vida sintió la soledad, pero más que sentirse abandonado por su Padre Dios, se
sintió abandonado por el género humano. Por eso, el salmo 22 que recitó Nuestro
Señor Jesucristo en la cruz no fue un grito de desesperación, sino de confianza
en las manos providentes del Dios amor.
Y cuando muchos gritaron en medio de la
pandemia del coronavirus que Dios nos abandonó, ¿cómo debió entenderse este
grito? ¿Abandonó Dios a la humanidad? Nos
preguntamos nuevamente. La humanidad estaba profundamente asustada. En una de las
intervenciones en su canal de YouTube,
al momento de orar, Mons. Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, decía que a
Jesús, el Hijo de Dios, le gusta
escuchar nuestros lamentos. Debe ser nuestra oración cotidiana. Que la
humanidad a la que ama Dios, y por la que se entregó a la muerte se enfermó.
Esa humanidad se dio cuenta que habían descuidado muchas cosas importantes, y
que en ese momento se sentía frágil y pequeña. Tenía miedo, estaban exhausta y
asustada. Así pues, clamó a Dios pidiendo que no la abandonara.
El 27 de marzo, el papa Francisco, desde
una plaza de San Pedro totalmente vacía y fría, cubierta de una leve lluvia,
como signo de vida, impartió al mundo entero una bendición extraordinaria Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al
mundo) para hacer frente a la pandemia de la COVID-19. Esta bendición se
imparte normalmente sólo dos veces al año: el Domingo de Resurrección y el día
de la Natividad del Señor. Teniendo como texto evangélico el de Marcos 4,35-41:
´´La tempestad calmada´´, el papa dio una palabra esperanzadora a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad. Televisoras, radios y redes sociales del
mundo entero siguieron al papa Francisco con suma atención. Las frases más
significativas del mensaje esperanzador del primer papa latinoamericano,
fueron: ´´La tempestad desenmascara
nuestra debilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades
con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y
prioridades (…) Nos hemos mantenido imperturbables, pensando mantenernos sanos
en un mundo enfermo (…) Nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca, todos
frágiles y desorientados; pero al mismo tiempo, necesarios e importantes, todos
llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente(…) En
tiempos de sufrimiento, entendemos el llamado de Jesús que todos sean uno (…)
La oración y el servicio silencioso son nuestras armas (…) Jesús trae serenidad
en nuestras tormentas (…) En su cruz hemos sido salvados; tenemos un timón (…)
Abrazar su cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades de nuestro
tiempo (…) Abrazar al Señor es abrazar la Esperanza (…) No es el momento de tu
juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta
verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no es
(…) Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a
Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los
venza´´. Esa experiencia vivida en la bendición extraordinaria Urbi et Orbi, debe quedar incrustada en
nuestros corazones para toda la vida y comunicarla a las generaciones futuras
como un verdadero memorial.
La pandemia de la COVID-19 obligó a cerrar las puertas de los
templos de la Iglesia católica en todo el mundo, pero no logró cerrar las
puertas de los corazones de la Iglesia doméstica. La Iglesia es la gran familia
de Dios formada por muchas familias en el mundo entero. Es la Iglesia doméstica
el origen y la base de las primeras comunidades cristianas y de la Iglesia
universal. Los cristianos católicos del siglo XXI experimentamos vivir la fe
como la vivieron los primeros cristianos que celebraban en sus casas. San
Pablo, en una de sus cartas saluda a los cristianos reunidos en casa para
celebrar su fe con estas palabras: ´´Saludad
también a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto,
primicias del Asia para Cristo´´ (Romanos 16,5). Para el apóstol de los
gentiles el hogar es el lugar donde se reúne la comunidad eclesial, en la que
reside la plenitud de la Iglesia que Jesucristo fundó. Aquellos primeros
cristianos aprendieron a ser cristianos desde sus casas. Así lo leemos en el
Catecismo de la Iglesia católica: ´´Desde
sus orígenes el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que,
‘con toda su casa’ habían llegado a ser creyentes´´(CIC 1655). En el
evangelio del Espíritu Santo, el libro de los Hechos de los Apóstoles, leemos
cómo deseaban salvarse en Cristo Jesús todos, sin excepción, principalmente los
miembros de sus casas: ´´Le respondieron:
«Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa´´ (Hechos 16, 31).
La Cuaresma y Semana Santa 2020 serán únicas
en la vida de todos los cristianos católicos. Cuando se decretó la cuarentena
en varios países, se pensaba que la Semana Mayor iba a ser trasladada a otra
fecha. Se preguntaban: ¿cuándo será la Semana Santa? La Congregación del Culto
Divino y de los Sacramentos contestó saliendo al paso inmediatamente en Decreto
titulado ´´En tiempo de COVID-19´´, lo siguiente: ´´La Pascua, corazón del año litúrgico, no es una fiesta como las
demás: celebrada durante tres días, el Triduo Pascual, precedida por la Cuaresma
y coronada por Pentecostés, no puede ser trasladada´´. Contestó el cardenal
Robert Sarah, prefecto de dicha Congregación. Por ello, el papa Francisco y las
Conferencias Episcopales del mundo entero, en comunión con él, invitaron al
Pueblo de Dios a vivir la Semana Santa en sus hogares, como lo hicieron
aquellos cristianos en los albores radiantes de la fe cristiana: vivir la fe
como Iglesia doméstica.
Desde las diócesis, parroquias, casas
religiosas, conventos y monasterios se transmitieron los oficios santos
litúrgicos y actos devocionales de la Semana Santa, octava de Pascua y días
subsiguientes. Todo el ingenio y creatividad de obispos, sacerdotes, diáconos y
religiosos inundaron las redes sociales como Facebook Live, Twitter, Instagram,
YouTube, Google Duo, Zoom y Tik Tok, en las que transmitieron la santa misa,
catequesis, charlas, consejos, canciones, lectio divina y otras actividades
para proclamar la triunfante resurrección de Nuestro Señor Jesucristo a todo el
mundo. Hasta el buen humor estuvo presente… Reímos como niños con tanta
creatividad. A millones de católicos nos gustó ver al papa Francisco
compartiendo la situación de la COVID-19 a través de las redes sociales y
programas televisivos. Cuánto gustó y sorprendió a la vez la confesión del papa
argentino a Jordi Évole en las redes sociales, en el programa ´´Lo de Évole´´. Jordi
le preguntó al papa: ´´En una situación
como la crisis por coronavirus, ¿se pueden tener crisis de fe?, ¿hasta un papa
puede poner en duda la existencia de Dios?´´, y el papa le contestó: ´´He tenido mis crisis de fe y las he
resuelto por la gracia de Dios. Pero nadie se salva del camino común de la
gente, que es el mejor camino, el más seguro, el concreto. Y eso nos hace bien
a todos´´.
Pienso, que el mundo ya no será igual.
Hay un antes y un después de la pandemia de la COVID-19. De esta gran crisis
sanitaria hemos de transformar lo negativo en positivo, porque es esencial para
nuestro bienestar personal y comunitario. De esta pandemia mundial hemos de
entresacar una catequesis de vida y amor. No podemos seguir siendo iguales que
antes. La vida continúa de modo diferente. Nos dimos cuenta de que la vida es
un instante. Que nos necesitamos los unos a los otros, y que nuestra vida
descansa en Dios y en su Madre, la Virgen.
´´La
plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que
la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y
de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en
primer lugar, porque no han tomado precauciones´´(Albert Camus, La peste, 1947).
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