Cuando
el expresidente peruano Alberto Fujimori separó a su esposa, Susana Shizuko
Higuchi Miyagawa, de las funciones de primera dama, ella se negó a renunciar a
su estatus, alegando que no se había divorciado de su esposo. Además, expresó
que ser primera dama no era un título honorífico, sino una condición natural,
por ser la esposa del primer mandatario de la nación.
Por
definición, el tratamiento protocolar de primera dama: “Es, en determinados
Estados, la mujer o cónyuge del presidente o primer mandatario de ese país, o
en su defecto, alguien que cumple esa función en ceremonias oficiales”. El
origen del tratamiento de primera dama a la esposa del jefe de Estado de una
nación lo encontramos en Estados Unidos de América, en la segunda mitad del
siglo XIX. A esa altura del llamado siglo de la industrialización, antes de la
fundación de la gran nación del norte (4 de julio de 1776), el referente que había
en Europa para dirigirse a la esposa del rey era y es el de reina consorte.
A
finales del siglo XVIII, a la esposa del primer presidente de los Estados
Unidos, George Washington (1789-1797), Martha Dandridge Custis, le llamaban
Lady Washington, convirtiéndose en la pionera en llevar ese título. No era de
uso general u oficial hasta Dolley Payne Todd Madison, esposa del cuarto
presidente de los Estados Unidos, James Madison y Mary Ann Todd Lincoln, esposa
de Abraham Lincoln, decimosexto presidente de los Estados Unidos. En la Segunda
Guerra Mundial fue Anna Eleanor Roosevelt, esposa de Franklin Delano Roosevelt,
el treintaidosavo presidente de los Estados Unidos, quien se destacó por su
desenvolvimiento en las relaciones internacionales como esposa del presidente y
a quien llamaban de manera oficial primera dama de la nación.
Estados
Unidos no tiene como sistema político una monarquía constitucional, sino un
sistema presidencialista de gobierno, por eso se creó el título o tratamiento
de primera dama para la esposa del presidente. Con el tiempo, el tratamiento
protocolar de primera dama se extendió a varios países, de modo particular en
América Latina. No obstante, no todas las esposas de jefes de Estado han
querido usar ese tratamiento o título protocolar, en particular las esposas de
presidentes de izquierda, quienes han rechazado el título por considerarlo
anacrónico, sexista y clasista. Algunas han preferido llamarse coordinadora
general, directora nacional, primera combatiente o simplemente compañera coordinadora.
A
partir de lo anterior surge la pregunta sobre cuáles son las funciones
específicas de una primera dama. La primera dama de un país ocupa un lugar
preponderante en el campo político y social. Varias primeras damas de América
Central han dejado una estela luminosa en la coordinación de obras sociales y
políticas, acompañando a su esposo en programas y proyectos dirigidos a la
infancia, niñez y adolescencia, a través de instituciones o secretarías del
Estado.
Además,
las primeras damas promueven programas de desarrollo social en todo el país,
son defensoras de los derechos humanos y de la mujer, realizan labores
filantrópicas y otorgamiento de premios y becas académicas, asisten a
ceremonias oficiales y funciones de Estado y contribuyen con las artes y la
preservación de la arquitectura histórica. La coordinación de estas actividades
la hacen desde la Oficina de la Primera Dama, que tiene su sede, en algunos
países del área centroamericana, en Casa Presidencial.
Algunas
primeras damas de América Central han dejado huella en la historia reciente de
su país. Al mirar en retrospectiva a algunas mujeres que llevaron el título o
tratamiento protocolar de primera dama, la opinión pública en su memoria
colectiva recuerda, entre otras, a primeras damas que se destacaron en la
proyección social y personificaron la elegancia, estilo y gracia sinigual. Este
es el caso de Hope Portocarrero Debayle, invocada por el pueblo nicaragüense
como doña Hope o La Señora, que, dentro del protocolo presidencial, su esposo,
el general Somoza, hizo que se refirieran a ella en esos términos.
Hope
Portocarrero Debayle ha sido la primera dama más educada, elegante, refinada,
seria, discreta y distinguida que ha tenido Nicaragua. Una exquisita y bella
dama. Doña Hope tocaba piano, hablaba a la perfección el inglés, italiano y
francés, además del español y fue comparada con la mismísima Jacqueline Lee
Bouvier Kennedy Onassis. Fue seleccionada entre las primeras damas mejores
vestidas en el ámbito continental en la lista International Best Dressed List
Hall of Fame, en 1968. Además, estudió lenguas en el Barnard College de Nueva
York y concluyó sus estudios en el Servicio Exterior en Georgetown University,
al igual que Jacqueline Kennedy, la exprimera dama estadounidense. Fue la primera
dama que más obras sociales desarrolló por el bien de todos los nicaragüenses.
Hope
Portocarrero nació el 28 de junio de 1929, en Tampa, Florida, Estados Unidos.
Sus padres fueron el Dr. Néstor A. Portocarrero Gross y la señora Blanca
Debayle Sacasa y solo tuvo un hermano, Néstor Portocarrero Debayle. Su abuelo
fue el eminente Dr. Louis Henri Debayle, mejor conocido como el Sabio Debayle,
padre de Margarita Debayle Sacasa, a quien Rubén Darío le dedicó su inmortal
poema “A Margarita Debayle: Margarita, está linda la mar”; y su bisabuelo fue
el expresidente de Nicaragua, don Roberto Sacasa y Sarria. Hope Portocarrero
venía de prosapia estirpe, de Pedro Portocarrero VIII señor de Moguer y VI
señor de Villanueva del Fresno, Señorío de Moguer y Marquesado de Villanueva
del Fresno, respectivamente.
Sus
estudios iniciales los hizo en la Academy of the Holy Names, en Tampa, Florida
y en el colegio Miss Harris School. Más tarde, continuó sus estudios en la
Universidad de Lausana, Suiza. Le gustaba practicar deporte, cuando fue
estudiante en la universidad estuvo en el equipo de hockey, practicó el tenis y
la natación. Como buena alumna, se perfiló con cualidades como independiente,
activa, habilidades para administrar su tiempo y organizarse y disciplina para
estudiar. Por esto, estuvo siempre al frente de ceremonias culturales en la
universidad.
El
martes 5 de diciembre de 1950, la señorial y antigua Catedral Metropolitana de
Managua, Nicaragua, se convirtió en el escenario de lo que se consideró la boda
del siglo XX, entre Hope Portocarrero Debayle y su primo hermano, Anastasio
Somoza Debayle, hijo del presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza García y de
la primera dama, doña Salvadora Debayle. La boda fue presidida por el arzobispo
de Managua, Mons. Alejandro González y Robleto y concelebró con él Mons. Carlos
Borge Castrillo, obispo auxiliar de Managua.
El
matrimonio entre Anastasio Somoza y Hope Portocarrero era más de conveniencia
que de amor mutuo. Nicaragua entera lo sabía; todo quedaba en familia, opinaba el
pueblo en las ardientes y abrasadoras calles de Managua. Se sabía que el joven
coronel Anastasio siempre estuvo enamorado de su exnovia, Bertha Zambrana
Granja, La Gacela, quien nunca gozó del beneplácito de doña Salvadorita
Debayle, la matrona de la dinastía Somoza. Esto obligó a la Berthita Zambrana,
como cariñosamente le llamaban en Niquinohomo, a exiliarse en México.
Tras
la ceremonia eclesiástica, se dieron cita a la recepción de la boda del siglo
XX, en el Palacio de Comunicaciones, más de 4,000 invitados, en la cual se
sirvieron deliciosos tentempiés, un verdadero y exquisito menú real, cuyo
maridaje fue con champaña francesa, servida por elegantes meseros que iban al
trote sirviendo en copas con borde dorado Pompadour. Según los críticos e
invitados a la boda hubo excelente calidad, clase, estilo y buen paladar. La
recepción estuvo amenizada por excelentes músicos, quienes musicalizaron el
banquete del evento nupcial, con un amplio repertorio, música clásica y temas
románticos de la época. No faltó el tema musical de “Bésame mucho”, de la
pianista y compositora mexicana Consuelito Velázquez y “Strangers in the night”, de Frank Sinatra.
La
señora Portocarrero de Somoza, en el año 1967 se convirtió en primera dama de
Nicaragua y en un ícono de la moda y suma elegancia, ya que vistió de los
mejores diseñadores franceses, Pierre Balmain, Christian Dior, Givenchy y
Chanel. Hasta en la actualidad la recuerdan y comparan con las sucesivas
primeras damas de la nación nicaragüense. Doña Hope ocupó la presidencia de la
Junta Nacional de Asistencia y Previsión Social de Nicaragua.
En
este cargo hizo dos obras monumentales, el Teatro Nacional Rubén Darío, uno de
los teatros más bellos e importantes de América Latina, calificado como el
mejor centro para las presentaciones escénicas en Latinoamérica y el Hospital
del Niño, que no pudo inaugurarse por la llegada de la Revolución Sandinista,
en 1979. Además, levantó el Centro Cultural Damba, donde estaba la escuela de
música y de bellas artes y construyó la ciudadela para niños huérfanos, cerca
de la Colonia Centroamérica, así como el Hospital Luis Somoza, en León, uno de
los más grandes del país.
Don
José Adán Aguerri, quien trabajó varios años junto con doña Hope, afirma que La
Señora ayudó a mucha gente necesitada y que siempre se identificó con el
pueblo. Su administración fue transparente, afirma don Porfirio Berríos,
fotógrafo del extinto Diario Novedades. Doña Hope mandó a colocar un enorme
ofrendómetro en la plaza de República, para que así el pueblo se enterara de lo
que se recaudaba como ofrenda o donación diariamente. Para recaudar fondos,
realizaba las famosas fiestas agostinas, en las que reunía al cuerpo
diplomático acreditado en el país y cuyos fondos estaban destinados para el
Hospital del Niño.
Sin
embargo, la vida de doña Hope como primera dama de Nicaragua estuvo transida de
dolor y afrenta pública. La primera dama se vio obligada a autoexiliarse del
país, viajó hacia Inglaterra y después a Estados Unidos, por la afrenta pública
que sufría, a la que fue sometida por su esposo, el general Anastasio Somoza
Debayle, quien mantenía una relación extramarital con la leonesa Dinorah
Sampson Moganam, a quien conoció en 1962. Cuando Somoza conoció a Dinorah, ella
tenía apenas 15 años y él 37; se conocieron en Managua.
Don
José Adán Aguerri y el compañero de estudios de doña Hope, don Ernesto Cruz,
afirman que la afrenta a doña Hope llegó a tal punto que Dinorah Sampson se
hacía presente en algunos actos públicos en los que sabía perfectamente que
iban a ser presididos por el general Somoza y su esposa, doña Hope. Ante tales
afrentas, doña Hope supo mantener la compostura como gran dama, nunca se
exhibió, porque era una verdadera señora. Ella jamás gastó una sola palabra en
público para referirse a la amante de su esposo y por quien sufría tal afrenta
pública.
El
matrimonio presidencial duró 28 años y en 1978 rubricaron su divorcio. Procrearon
cinco hijos, Anastasio Jesús, a quien popularmente le llamaban en la Guardia
Nacional el Chigüín, Hope Carolina, Julio Néstor, Carla Anne y Roberto Eduardo.
En ese año, doña Hope rehízo su vida en Londres, donde daba fiestas para la
aristocracia y le llamaban en ese círculo selecto de la sociedad londinense
Madame Somoza. Cuatro años más tarde contrajo segundas nupcias con el
millonario estadounidense Archie Baldocchi, con quien fue muy feliz. Allegados
a la pareja aseguran que Baldocchi la trató como una auténtica reina.
La
relación extramarital del general Somoza fue conocida abiertamente por la
sociedad nicaragüense, todos en Nicaragua sabían que la Sampson era la amante
del general y llegó a tal punto de mostrarse en público con ella. Si en
Nicaragua hubiese existido en ese tiempo el periodismo del corazón o prensa
rosa, seguramente las imágenes del general en su laberinto de amor habrían
captado el interés de una sociedad conservadora escandalizada, como lo era la
de aquella Nicaragua de los años de 1970.
De
boca en boca, el general y su exuberante amante iban por toda Nicaragua
provocando escándalos y habladurías de todo tipo. Era vox populi de los malos
manejos administrativos fraudulentos de la Sampson, pues avalados por Somoza
abastecía sus tiendas de ropa y joyas en la ciudad de Managua. El historiador
Roberto Sánchez afirma que Dinorah tuvo poder sobre Somoza en la toma de
decisiones en el gobierno y el ejército de Nicaragua, al sugerir nombramientos
y remover y proteger oficiales de alto rango. Esta afirmación, según el
periodista Nicolás López Maltez, no era del todo veraz, pues no se trataba de poder,
sino de influencia que pasaba por las cavidades inferiores y superiores del
corazón.
Dinorah
Sampson estuvo al lado del general Somoza después del triunfo de la Revolución
Sandinista, en el exilio que vivió en Asunción, Paraguay, donde era un protegido
del general y también dictador Alfredo Stroessner, hasta el 17 de septiembre de
1980, cuando fue asesinado en la avenida España y América, barrio Manora, de la
capital de Asunción. El automóvil en que se conducía el general derrocado lo
hicieron volar con un proyectil de 2 disparos de bazuca, al mismo tiempo, lo
acribillaron con más de 25 ráfagas de fuego de ametralladora.
El
magnicidio ocurrió a eso de las 10:20 h. Los restos mortales de Anastasio
Somoza fueron trasladados a la ciudad de Miami, la ciudad del sol, Estados
Unidos. Doña Hope e hijos recibieron en el Aeropuerto Internacional de Miami
los restos mortales de quien en vida había sido el esposo, el padre y primer
mandatario de Nicaragua, para velarlo y sepultarlo en Woodlawn Park North
Cemetery and Mausoleum.
La
proyección social de doña Hope se vio palpable cuando el terremoto de
Nicaragua, en 1972, devastó la ciudad capital y La Señora se puso al frente de
la emergencia nacional. Aquí, amable y paciente lector, me permito hacer una
remembranza de aquel cataclismo. La ciudad de Managua, como muchas otras
ciudades, se preparaba para las fiestas navideñas. El espíritu de la Navidad se
sentía y soplaba por todas las calles y avenidas de la ciudad capital, calle 15
de septiembre, avenidas Bolívar, Centenario y Roosevelt. El comercio anunciaba
con luces, música, regalos, propaganda, comidas, bebidas, sorteos, premios,
etc., que llegaba la Navidad. Las tiendas de Cardenal (la primera en Nicaragua
dotada con escaleras eléctricas) y Alicia, adornadas muy elegantemente. En los
hoteles Reisel, Balmoral y el Gran Hotel, se preparaban exquisitos banquetes.
Los mercados Central у San Miguel ofrecían sus mejores productos.
Los
habitantes de Managua se apresuraban en compras, muy alegres llevando flores,
canciones, amores y sueños. Todos respiraban el dulce y exquisito aroma de la
Navidad. Otros vivían la proximidad del nacimiento del Niño Jesús en el compás
de espera del Adviento y celebraciones propias de este tiempo, como las fiestas
populares de la novena del Niño Dios en horas de la madrugada. Todos se
preparaban para la Nochebuena de Belén, pero ninguno se preparó para vivir una
de las noches más oscuras y tristes, llena de llantos y gemidos, como fue la
noche del terremoto. El viernes 22 de diciembre de 1972 casi todo estaba listo
para vivir la Navidad, les esperaban días de fiesta, el sábado 23, el domingo
24 y, finalmente, el día grande, el lunes 25, día de la natividad del Señor.
No
obstante, las horas más intensas fueron las del viernes 22, ¡era viernes!, ¡fin
de la semana laboral! El centro de la ciudad de Managua en horas de la tarde y
al caer la noche, alrededor de las siete, era un mar de gente caminando,
corriendo de un lado a otro, en busca de una buena compra para obsequiar en
Navidad. Era un día de inspiración en el espíritu navideño, se acercaba la
Nochebuena de Belén. En ese día, más allá de las fronteras de Nicaragua,
Margarita del Carmen Brannon, mejor conocida como Claudia Lars, poetisa
salvadoreña, firmaba un viernes 22 de diciembre de 1972 su poema Pensando en el
gran sueño. ¿Cuántos sueños rotos quedaron sin cumplir para esa Navidad de
1972? Esos sueños se rompieron exactamente a las 0 h y 25 minutos (12’25) del
23 de diciembre. ¡La vida de tantos managuas que vieron sus sueños e ideales
derrumbados en escombros como tantos edificios!
A
esa Managua destrozada por el terrible seísmo doña Hope sirvió denodadamente.
La Señora realizó una obra encomiable, sin descansar, desde las primeras horas
del día. También reunió dinero para ayudar a los niños que habían quedado sin
techo y cobijo, haciendo buen uso y atendiendo a la prensa nacional e
internacional. Además, construyó tres hospitales para la atención de los
damnificados, el Hospital Oriental, el Hospital Occidental y el Hospital de
Especialidades.
Hope
Portocarrero Somoza Baldocchi cerró sus ojos en este mundo para abrirlos en la
eternidad un 5 de octubre de 1991, en la villa Key Biscayne, Mami-Dade,
Florida. Sus restos mortales reposan en el Woodlawn Park North Cemetery and
Mausoleum, junto con los de Anastasio Somoza Debayle, el padre de sus cinco
hijos. Don Nicolás López Maltez, periodista y fotógrafo de profesión y a quien
las nuevas generaciones le debemos el conocer a través de sus imágenes la Vieja
Managua, afirma que, cuando doña Hope murió, su viudo, Archie Baldocchi le
compró toda la colección de fotos de la que un día fue la primera dama más
elegante y culta que ha tenido Nicaragua.
“Soy latinoamericana por
origen, sentimientos y emociones. Una verdadera romántica. Soy norteamericana
por nacimiento y entrenamiento mental” (Hope Portocarrero Debayle).
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